MARLENE LLUBERES
El hombre, en determinados momentos, puede sentir que su vida no tiene sentido, no sabe hacia dónde va, percibe un futuro incierto y desconoce el fundamento de su existir.
Vive períodos de inestabilidad y, como consecuencia de ello, la tristeza lo abruma provocando una confusa impasibilidad que anula la motivación que lo impulsaba a seguir adelante. Por falta de visión, no entiende el propósito real del discurrir en esta tierra, llegando a su final la pasión y la ilusión.
Cuando atravesamos emociones de este tipo, debemos impedir que éstas permanezcan en nuestro corazón por largo tiempo. Para lograrlo, debemos conocer y tener claras las motivaciones que nos hacen tener vidas definidas, estables y de propósito.
Es Dios mismo quien ha dicho que sus pensamientos no son nuestros pensamientos ni sus caminos son los nuestros. El tiene diseñado un plan perfecto, y para que éste se haga realidad, hay que entender que no se trata de nosotros si no de Él.
Muchas veces ponemos en práctica planes que son muy distintos y distantes a los que Él diseñó, ya que son conformes a nuestra humanidad y a nuestros deseos. Aunque no sean malos en sí mismos, por no estar alineados a los propósitos divinos, hacen que nuestro proyecto de vida no esté unido al de Dios, trayendo como consecuencia que se nos escape la paz, la estabilidad y la esperanza.
Sin embargo, cuando entendemos que, para vivir vidas coherentes, sin vacíos e inseguridades, no hay otra vía sino la de buscar el rostro de Dios y seguir Su camino, actuaremos según su voluntad.
El Señor tiene pensamientos de paz para el hombre y es su voluntad brindarle un porvenir. Hay esperanza para nuestro futuro, es Dios quien va a satisfacer toda alma cansada.
Al levantarnos, cuando sintamos la incertidumbre, la duda, el temor, debemos uncirnos al pensamiento de Dios, fortalecernos con Su Palabra, alimentarnos con su amor.