Valentín: un gran manojo de ilusiones

Valentín: un gran manojo de ilusiones

A pesar de no ser un neófito en la política, cuando habla me pierdo en los acordes de su voz: ese mundo que dibuja en cada oración, perfecto, suena tan remoto que me obliga a viajar al infinito.

Cargado de buenas intenciones, la fe de Julio César Valentín es tan inmensa que le hace pensar que la Asamblea Revisora nos dará una buena Constitución que perdurará por mucho tiempo.

Lamentando disentir, Valentín peca de iluso cuando cree en la bondad de una Carta Magna que ya ha reducido diez de nuestros derechos. También cuando rechaza que haya sectores que estimulan que la Constitución sea mala para poder volver a reformarla.

“Me parece que eso es un sueño, esta sociedad  no admite esas cosas”, dijo Valentín el martes pasado cuando habló de ello. Pero, ¿cuántos sueños absurdos no se han materializado en este país?

La misma Constitución, que nos quita hasta el derecho de reclamar, es el más perfecto de los disparates que ha sido aceptado con tranquilidad por gran parte de la sociedad.

Y es que Valentín tiene razón cuando dice que el Congreso es un espejo de la sociedad, donde hay valores y antivalores.

Lástima que, como en la vida misma, no sean las personas con las mejores posiciones las que triunfen.

De ser así, tendríamos justicia social y legisladores que no se arrodillen ante su partido, los intereses de los ricos ni los estímulos mercuriales que pululan por el Congreso.

Valentín cree que no habrá una nueva reforma en el 2010. El tiempo le quitará la razón.

Y entonces nosotros soñaremos con tener una buena Constitución. De quimeras está hecha la vida.

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