Valeriana política

Valeriana política

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
La mayor parte de las declaraciones de los políticos dominicanos son «cortinas de humo», meras posturas de ocasión. A veces confiesan en la intimidad: «Había que decir algo». Sabían de antemano que a sus afirmaciones no seguirían actos públicos encaminados a corregir esto o aquello. Otras veces nos explican que declararon lo que declararon «para salir del paso». A esta clase de productos verbales nuestro pueblo le llama «paja pa»la garza».

La irresponsabilidad se ha vuelto una marca característica de los políticos de hoy, en este país y en muchos otros. Ninguno quiere «cargar pesado». Prefieren «vivir del cuento» y aligerar la carga y sacrificios inherentes al liderazgo político, al trabajo de conducir los pueblos. Durante el sitio de Troya Agamenón y Menelao conversaban a menudo acerca de las penalidades que era preciso aguantar para ser un líder de los griegos.

La Biblia contiene muchas historias que atañen al liderazgo. Una de ellas está en Números, capitulo once: el pueblo judío, conducido por Moisés a través del desierto, declara estar «harto de comer maná»; que desea comer pescado, cebolla y pepinos. Jehová, indignado, lanza una columna de fuego sobre el campamento del pueblo elegido; todos corren a despertar a Moisés, quien también se encoleriza ante la pretensión de comer pescado en el desierto y, desesperado, levanta los ojos al cielo y exclama: que pecado he cometido, Dios mío, para tener que sufrir este pueblo que no he parido; mátame, que ya no soporto mas la carga. Dios ordena entonces que sesenta varones de Israel se presenten en la Tienda de la Reunión, para Él insuflar en ellos algo del espíritu de Moisés, esto es, un poco de su entereza de conductor y prudencia de legislador.

No obstante, Moisés ordena castigar a los que protestan, hombres que añoran los pepinos que comían mientras eran esclavos en Egipto. Ni siquiera la provisión milagrosa del maná les satisface. Porque así es la inconformidad humana; ni la libertad, ni la esperanza de alcanzar la tierra prometida, son capaces de aplacar las demandas populares. El anciano Moisés necesitaba el relevo o, por lo menos, la ayuda de otros lideres responsables e inteligentes.

Una conocidísima frase del Primer Ministro inglés Winston Churchill, nos sirve para ilustrar que la responsabilidad no es privativa de la antigüedad helénica o de la edad de bronce. Durante la Segunda Guerra Mundial Churchill ofreció a sus compatriotas «sangre, sudor y lagrimas». Refinado retórico, habilísimo escritor y redactor de discursos, no quiso «dorar la píldora» o «pintar pajaritos en el aire». Prefirió hablar claro, directamente, sin despertar falsas esperanzas.

Desde hace demasiado tiempo los dirigentes dominicanos nos administran altas dosis de valeriana, un viejo medicamento que se usaba en el siglo XIX para embobar a los gatos y como droga antiespasmódica. Esta «valeriana política» procura el entontecimiento colectivo o, para decirlo en lengua vernácula, el «amemamiento» general. Nos engañan una y otra vez, a fin de no asumir las responsabilidades propias de los gobernantes en todas las época. Al descrédito de los tribunales y de la policía, se añade el descrédito de los lideres de los partidos políticos.

Esa situación tan frustrante y peligrosa suele terminar en el desprestigio de la democracia; en que grandes núcleos urbanos, aterrorizados por el desorden y la delincuencia, opten por la dictadura. Con frecuencia los pueblos, puestos a escoger entre el orden y la libertad, eligen el orden, aunque sea un orden tiránico aplastante. Ese camino no debería ser recorrido otra vez. Mucho mejor seria que una docena de dominicanos, jóvenes y vigorosos, asumieran las cargas y responsabilidades del liderazgo democrático.

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