Valle Nuevo, un destino al extremo

Valle Nuevo, un destino al extremo

 Valle Nuevo es  zona declarada vedada conjuntamente con los terrenos que comprenden el  «Alto de la Bandera», ubicada en Constanza

POR ANA TERESA COHÉN
Las carreteras de tierra nos indican que estamos lejos de la ciudad. Poco a poco la vegetación se va haciendo más densa, los árboles más grandes, el aire más puro y los sonidos de naturaleza más intensos. Internarse en las montañas es como caminar sin rumbo y sin tiempo, dentro de una gran mancha verde.

Estamos en el corazón de la Reserva Científica Natural de Valle Nuevo, Constanza, un paraíso terrenal donde la humedad, los árboles y las distintas especies de la fauna silvestre se unen en un solo lugar para presumir de su belleza.

Con mapa en las manos, mochila al hombro, casa de acampar, provisiones para dos días, y vehículo 4 x 4, nos dispusimos a conocer este pequeño bosque húmedo que tiene la República Dominicana.

El viaje inició a las nueve de la mañana rumbo al punto más importante de Valle Nuevo, La Pirámides Ciclópea, monumento erigido en honor al dictador Rafael Leonidas Trujillo.

Mientras subíamos por la carretera de Casabito hasta Constanza, el temor nos invadió a los seis tripulantes, incluyendo al chofer, que viajábamos en la camioneta 4 x 4, porque ninguno había visitado anteriormente este lugar. Nuestras esperanzas estaban puestas en un mapa satelital impreso un día antes de la travesía, un celular, una brújula y un GPS, este último un aparato electrónico que se conecta con tres o más satélites y da un informe exacto de la ubicación y latitud en la que se encuentra ubicado.

 Ya en Constanza, no fue difícil encontrar la vía que nos llevaría a Las Pirámides, pues la carretera de Casabito cruza con la de Antonio Duvergé y toda esta derecho, a 43.9 kilómetros, nos lleva a nuestro destino final. A las 12:00 del medio día nos detuvimos en una estación de gasolina de Constanza para llenar  el tanque de gasoil, porque ya habíamos consumido todo el combustible desde Santo Domingo hasta este punto. Con 800 pesos se llenó el tanque y  rápidamente emprendimos nueva vez el viaje a Valle Nuevo.

Toda la carretera de Antonio Duvergé, también conocida como la de Constanza-San José de Ocoa, o, siguiendo la nomenclatura oficial, Carretera 41, nos mostraba un paisaje inimaginable.

Lo que percibieron nuestros ojos con simples palabras no se puede describir. La belleza, la majestuosidad y la delicadeza de la naturaleza nos hizo sentirnos tan pequeños dentro de tan grande creación.

Los árboles de más 8 metros de altura parecían grandes sombrillas naturales que filtran los rayos del sol. La vegetación cambiaba con cada kilómetro que avanzábamos. Mientras más subíamos, la temperatura descendía y el frío invadía nuestra piel.

En la carretera Antonio Duvergé, a unos 12.9 kilómetros del Cruce de Constanza, nos encontramos con el Salto de Aguas Blancas. Segundo brote de agua más grande del país con 60 metros de caída libre, después del Salto del Limón en Samaná, en el noroeste.

Escuchar el choque del agua con las piedras era como escuchar una sinfonía de Bethoveen. Para los seis “ecoturistas”, se nos hizo difícil dejar aquella monstruosidad de salto. Solo el hecho de que habíamos dejado el vehículo abierto a 30 metros de ahí, nos hizo volver a él, aunque  extrañando todo.

Era las 3:00 de la tarde cuando llegamos a Rancho Enmedio, lugar donde nos recibió un guardabosque y nos pidió el permiso de entrada a Valle Nuevo. Tal autorización nos permitió acampar en cualquier lugar de la reserva.

Una hora más tarde continuamos nuestra travesía, a 14 kilómetros de allí nos encontramos con el monumento a Caamaño de Deñó y a 300 metros nuestro objetivo final, Las Pirámides Ciclópea.

Que satisfacción sentimos al llegar a aquel lugar rodeado de montaña, con hierba silvestre y aire puro a la 6:15 de la tarde. Rápidamente nos dispusimos a recolectar leña para una fogata y armar las casas de campaña.

A las 9:00 de la noche la temperatura había llegado a los 9 grados centígrados. Nuestros cuerpos no resistía el frío. Una estupenda idea de unos de los viajeros, nos salvo de continuar con vida. Propuso dormir los seis en una casa de campaña de cuatro personas, para concentrar el color corporal y calentarnos mutuamente.

La noche fue larga y fría. A las 2:00 de la mañana nos levantamos para ver el espectáculo más bello que nuestros ojos han podido ver. Un cielo estrellado arropaba nuestra cabeza. Las estrellas fugaces no se podían contar, pasaban tan rápido y tan seguido que los deseos de todos se agoraron sin darnos cuenta.

El frío nos hizo entrar a la casa de campaña, y la mañana llegó sin esperarla.

Al abrir aquella casa, y ver el exterior nos hizo sentirnos lleno de paz y energías.

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