Valoración del proceso
Falacias y aberraciones electorales

<STRONG>Valoración del proceso<BR></STRONG>Falacias y aberraciones electorales

ROSARIO ESPINAL
En la República Dominicana se propagan algunas ideas sobre los procesos electorales que carecen de validación empírica. Son falacias electorales que circulan libremente sin constatación. Se refieren a la abstención electoral, la crisis de los partidos políticos y los fraudes electorales.

Otros asuntos como el clientelismo y la falta de regulación de las campañas constituyen aberraciones del sistema político, y presentan serios obstáculos al desarrollo de elecciones más transparentes y competitivas.

En el proceso electoral 2008 encontramos nuevamente esas falacias y aberraciones.

¿Hay tanto abstencionismo?  Se dice que en el país hay un alto abstencionismo y se atribuye a la falta de propuestas de los partidos y candidatos. Pero los datos demuestran que la participación electoral dominicana en elecciones presidenciales es aceptable. En las últimas tres, la abstención promedio fue 24%. En términos comparativos es una abstención moderada.

El abstencionismo es alto en elecciones congresionales y municipales, en promedio 46%. Así ocurre en otros países porque la gente se motiva menos a votar en elecciones de medio período que en las presidenciales. Por eso es mejor unificarlas.

Las razones para abstenerse son diversas. Unos lo hacen por inconformidad con las  opciones disponibles, otros por desinterés general en la política, mientras otros por impedimentos logísticos.

En las elecciones de hoy 16 de mayo, el menú electoral es amplio. Compiten siete candidatos: tres representan los partidos principales con el apoyo de muchos minoritarios, y otros cuatro representan desde la derecha militarista hasta la izquierda. Es decir, el electorado dominicano no carece hoy de candidatos para escoger.

¿Están en crisis los partidos?  Se dice también que los partidos políticos están en crisis. Pero depende de los criterios que se utilicen para el veredicto. Si se parte de que los partidos han perdido su identidad ideológica y operan como maquinarias clientelistas, o de la poca confianza que generan en la sociedad, entonces hay crisis. Pero si el criterio es la participación electoral y la capacidad de movilizar el electorado, los partidos no están en crisis.

Las encuestas preelectorales muestran que casi el 100% de las preferencias se dirigen a los tres partidos principales, y dos de ellos (PLD y PRD) concentran alrededor del 90% de las preferencias. Eso indica fortaleza electoral del sistema partidario.

La crisis de los partidos se produce cuando hay un desplome de las preferencias electorales. Esto puede expresarse en un alto nivel de abstencionismo, o en una candidatura fuera de los partidos principales que acumule un alto porcentaje.

Ninguna de esas condiciones se perfila hoy en la República Dominicana. Los partidos tradicionales, a pesar de sus deficiencias, conservan su capacidad de convocatoria.

¿Habrá fraude electoral?  Históricamente, las elecciones dominicanas estuvieron contaminadas por fraudes e irregularidades. Pero desde mediados de los años noventa, hay avances importantes en la ingeniería y el monitoreo electoral que dificultan un fraude.

No obstante, las fuerzas políticas insisten en crear un ambiente de incertidumbre que poco contribuye a superar el síndrome histórico del fraude.

Sin dudas, hay que hacer denuncias cuando existen peligros, pero muchas veces es obvio que las quejas tienen poca sustancia y sólo buscan confundir.

Descaro clientelista.  En la campaña 2008, el país pasó del clientelismo al descaro clientelista. Amable Aristy comenzó con el reparto de dinero y alimentos en los barrios populares y el gobierno respondió con todas sus herramientas. Las tormentas tropicales de fines de 2007 abrieron la brecha para un clientelismo gubernamental con ribetes de beneficencia, pero el clientelismo llegó a la estratosfera con la estrategia del gobierno de integrar disidentes del Partido Reformista. El espectáculo de nuevas adhesiones al gobierno no tiene precedentes.

Por otro lado, la ofensiva mediática del gobierno convierte a la prensa en subordinada, no sólo porque algunos periodistas o comentaristas estén en nómina del Estado, sino también porque los programas o estaciones de radio y televisión se benefician del financiamiento. El resultado es menor calidad en el debate político.

Campañas sin límites.  Una de las lecciones principales del actual proceso electoral es la dificultad para regular las campañas dominicanas. Los partidos se han acostumbrado a captar y gastar recursos públicos y privados sin controles para sostener y agrandar sus maquinarias clientelistas.

Los políticos se critican entre ellos, pero todos son culpables y reproducen las mismas prácticas. No están dispuestos a apoyar los cambios para moderar la captación de recursos y dar cuenta de lo que gastan.

El rechazo al cambio fue claro cuando los partidos principales se negaron a apoyar la ley de regulación de campañas que impulsó la JCE a fines de 2007.

Algo similar ocurrió con los medios de comunicación. Denunciaron los abusos en el uso de recursos en campaña, pero al ser beneficiarios de los gastos en publicidad, no estuvieron dispuestos a colaborar con la regulación. 

Al cierre

La campaña electoral 2008, que inició a fines de 2006, concluye con la supervivencia de los partidos tradicionales que captarán cerca del 100% de los votos, escandalosas prácticas clientelistas, y la incapacidad de la clase política para regularse a sí misma en la captación y el uso de los recursos públicos y privados.

Como se evidenció en el 2004, las elecciones no se ganan sólo con clientelismo. Pero el clientelismo da una ventaja al partido en el poder, y además, empequeñece la moral democrática.

Cuando todos los políticos dominicanos entiendan que no siempre están en el gobierno, y que no se llega sólo con chabacanería, entonces quizás se dispongan a promover los cambios en la legislación y práctica electoral para que las elecciones sean más transparentes e igualitarias. Ha sido una campaña larga, monótona, clientelista, de descalificaciones y transfuguismos, que muestra un sistema partidario en transformación con señales de erosión. Los partidos, no obstante, han demostrado una vez más su capacidad de involucrar a la sociedad en su lucha titánica por acceder al poder.

Si la ciencia estadística se ha aplicado correctamente en las encuestas, no habrá grandes sorpresas la noche del 16 de mayo. Pero sí grandes desafíos para el país después de la resaca electoral.

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