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Con la duplicación de las partidas presupuestarias destinadas al sostenimiento de nuestro sistema de instrucción pública, unida a la introducción de cambios sustanciales en el mismo, el gobierno del presidente Danilo Medina se ha propuesto elevar los niveles de calidad y eficiencia de los servicios que se ofrecen en nuestras escuelas públicas del país. Pero, no hay forma de pueda lograrlo sin contar con un cuerpo docente competente. Es que “la calidad de la educación de un país no es superior a la calidad de su profesorado” De ahí, que el tema de la capacitación y el perfeccionamiento docente ocupe un lugar destacado en el diseño y ejecución de una reforma de la educación de cualquier país.
Por el momento, algunos obstáculos limitan el éxito de las iniciativas del gobierno de Danilo Medina a través del Ministerio de Educación para elevar el nivel de vida de los maestros que laboran en escuelas públicas y mejorar sus condiciones de trabajo, uno de ellos es el número tan elevado de profesores que laboran en ese sector. Su nómina representa más del 20% de la nómina de empleados del sector público, por lo que su financiación supone un porcentaje elevado del gasto estatal.
Los profesores laboran en un contexto social determinado y en condiciones laborales específicas. El entorno social de éstos está lleno de fuerzas dinámicas que influyan en sus quehaceres y que, en última instancia, determinan la importancia, alcance y viabilidad de su trabajo. Las políticas a favor de elevar la calidad de vida de los maestros necesitan tener muy en cuenta estos contextos para superar los obstáculos que limitan el éxito de dichas iniciativas.
En materia de capacitación y formación de maestro hemos logrado mucho; pero, aún nos faltan muchas metas por alcanzar. En la actualidad, más de cuarenta mil estudiantes cursan estudios pedagógicos en universidades dominicanas. Y lo más importante: el oficio de maestro ha dejado de ser un quehacer en tránsito en espera de nuevas oportunidades.
De conformidad con las estadísticas oficiales, más del 80% de los maestros en servicio posee un título universitario que lo acredita como tal. Y muchos de ellos han cursado estudios de especialización, maestría y doctorado en universidades nacionales y extranjeras. Pero, ocurre que en la República Dominicana, al igual que en muchos de los países de la América española y el Caribe, la formación y capacitación de maestros en servicio provocó dura crítica en una pasado reciente, a pesar de que no quedaba otra opción que no fuera la de capacitar a miles de individuos que ya ejercían el oficio de maestro, enarbolando la consigna “titulémonos primeros y capacitémoslo después”.
Quien esto escribe, en los años ochenta, vivió la experiencia junto a otros colegas de tener que impartir cursos de perfeccionamiento en servicios a maestros de escuelas públicas venidos los sábados a la UASD desde el lejano sur. Salían de madrugada para estar en la Facultad de Humanidades antes de las nueve de la mañana y, una vez allí, agotar un horario corrido de clase desde la nueve de la mañana hasta la seis de la tarde, para estar de regreso a sus hogares alrededor de la once o doce de la noche de ese mismo día o en la madrugada del siguiente.
A pesar del interés y el entusiasmo por aprender que mostraban esos maestros, nos quedaba siempre la duda de que pudieran lograrlo. Para satisfacción nuestra, fueron muchos los docentes que, a través de esos cursos, alcanzaron niveles aceptables de buen desenvolvimiento en el oficio de enseñar.
En materia de capacitación y perfeccionamiento docente se involucran dos visiones: una, la que concibe las labores de perfeccionamiento docente como un conjunto de acciones que sirve para subsanar deficiencias; y, otra, que las conceptúa como un continuo aprender a lo largo de toda una vida de ejercicio profesional. Esta última concepción es la que nos ha permitido el disponer de un cuerpo docente mucho mejor dotado que el que nunca antes habíamos tenido.