La educación que depende del Estado como guía de actividades formativas, debe estar orientada a superar esquemas que impliquen tratamientos desiguales a los seres humanos por sexo o cualquier otra característica, aun de minorías, al manifestarse en la sociedad, pero incluida en la Declaración de los Derechos Humanos, admitida por el concierto de naciones y concebida para ajustarse a un presente de ineludible diversidad. Supone un paso importante para ir dejando atrás limitaciones encuadradas en creencias y costumbres talladas culturalmente a través del tiempo por ancestrales predominios que deben ceder espacio a nuevas concepciones.
El sello del hombre, hacedor y protagónico, aparece por todos los ámbitos, incluyendo el de las religiones acunadas por patriarcas. El Gobierno hace bien en mirar con preocupación hacia aspectos de la realidad a ser mejorados con aceptación de la sociedad. La orden Departamental del Ministerio de Educación 33-19 traza objetivos, y la forma teórica de lograrlos, y mucho convendría proseguir, con debate incluido, en el proceso de empoderar plenamente y escuchar a núcleos ciudadanos preocupados por la escolaridad incluyendo a los no confesionales. El proceso para aceptar u objetar la orden ministerial no debe quedarse en interpretaciones radicales que le atribuyen dobles y destructivas intenciones dando una lectura diferente al contenido del documento.
Patrocinando inundaciones
Las deficiencias que hacen inundar zonas urbanas son palpables: Bajo el suelo que pisan casi todos los santodominguenses no existe canalización para el agua. Los dirigentes de Estado no son dados a construir obras de poca visibilidad, débiles para seducir votantes. Luego viene el comportamiento ciudadano que no contribuye a una buena disposición de la basura, llevada comúnmente desde los domicilios a espacios públicos sin acogerse a la rutina de la recogida que corresponda a cada sector.
La tercera falla es que pocas autoridades logran que el manejo de la limpieza sea efectiva; en eso sucumbieron hasta síndicos que en el pasado se decían convencidos de que a los munícipes no se les podía fallar en la limpieza, so pena de fracasar luego en las urnas. Por lo demás, no hay tal autonomía financiera para los cabildos.