Valores de la geografía… y el dengue

Valores de la geografía… y el dengue

AMPARO CHANTADA
Los valores educativos de la Geografía, que hacen necesaria su presencia en la formación básica, común a todos los ciudadanos, se resumen en los siguientes aspectos:

1. Valor educativo, como formación integral de la persona, constituye un elemento formador esencial en la idea de identidad y cohesión territorial de los estudiantes, que permite concebir su territorio como un espacio común y les otorga una formación cívica para la tolerancia.

2. Valor educativo como materia que informa de la unidad y diversidad de los diferentes paisajes o regiones de un país.

3. Valor educativo como materia que tiene una especial competencia para explicar el juego de escalas en el que se desenvuelve una Isla como La Hispaniola constituida por dos naciones, isla situada en el Caribe, lugar central entre América del Norte y del Sur y que forma parte del sub continente América Central.

4. Revalorización actual del patrimonio natural y cultural como elementos a proteger en la búsqueda de un desarrollo sostenible.

La geografía, por su antigüedad, por su utilización, por su anacrónica forma de ser enseñada, o por su desconocimiento, sigue considerándose como un contenido cultural de valor muy escaso. Lo que no sabe gran parte de la población es que el conocimiento geográfico de un territorio es desentrañar las secretas conexiones entre la sociedad que ocupa el territorio y la naturaleza física de ese fragmento de la superficie de la tierra, el orden que esa sociedad ha puesto de explotación, sus asentamientos, etc.

En la medida en que se conoce el territorio se ayuda a comprender temas y problemas, algunos recurrentes y en la actualidad candentes, como los nacionalismos, la identidad territorial, los temas de conflictos fronterizos y movimientos irredentistas, y la ordenación territorial en sí.

Dada la antigüedad y evolución de la ciencia geográfica han sido varios los cometidos que se le han asignado a lo largo de los tiempos; algunos desaparecen, otros perduran y conviven con los de reciente aparición.

En realidad, la geografía participa en la construcción y transmisión de la memoria de una sociedad y ésta tendrá una existencia que vendrá influida por la configuración que posea.

Como en cualquier disciplina el sentido de la geografía evoluciona. Así desde fines del XIX se refuerza el paradigma patriótico, la escuela transmite la primacía del Estado con su identidad y sus límites. Y poco a poco se pasará de enseñar una geografía de un mundo de grandes naciones que dominan a las más pequeñas y a las colonias, a la geografía de los bloques antagónicos, y en la actualidad, con la globalización, la mundialización, etc, se debe enseñar una geografía que desde lo local se aproxime a lo mundial. Lo general y lo particular tienen hoy unos términos nuevos, globalización y fragmentación, que se sintetizan en uno, glocalización. Es más, aunque parezcan apuestas contrarias, la mundialización y los particularismos, lo cierto es que van de la mano. Ahora bien, en este proceso de globalización está apareciendo un mundo distinto, con una sociedad, una economía y una cultura diferente que minimiza y reduce la distancia espacial a tiempos y posibilidad de recepción de señales, que virtualiza la realidad y basa la economía en la información. Estos factores están haciendo surgir un nuevo mapa del mundo, con nuevas “tierras incógnitas, tierras que pasan de la “dependencia a la irrelevancia” y que lógicamente surgen de una exclusión de los flujos de riqueza y del nulo interés político y estratégico que despiertan. Son territorios fuera de control, al margen del sistema, con una estructura y funcionamiento cada vez más complejo.

Cabe preguntarnos qué sentido pasa a tener la enseñanza de la geografía frente a esta globalización y nuevos regionalismos que van aflorando con fuerza. El Estado está siendo sometido a un doble proceso de cesión de su soberanía hacia instancias superiores, Estados supranacionales, instituciones culturales, y hacia instancias inferiores, regiones, ciudades, unas y otras están adquiriendo cada vez más un mayor protagonismo.

Independientemente de los nuevos tiempos y espacios, así como de las nuevas necesidades puntuales en algunas áreas y de la más que imperiosa, ineludible adaptación a los cambios, lo cierto es que la enseñanza de la geografía responde a cinco funciones muy claras:

1. Forjar una identidad nacional o comunitaria.

2. Facilitar una integración en espacios más amplios, es decir, situarse respecto de los países vecinos y el mundo.

3. Transmitir valores éticos y cívicos, explícitos o implícitos.

4. Entender cómo las sociedades transformaron territorios a lo largo de la historia.

5. Representar cartograficamente lo que analiza, esto, para la toma de decisión, sea en forma de Atlas, de mapas temáticos o planes regionales.

Lo que acaba de ocurrir en el país, con la propagación del dengue, nos demuestra que urge no solamente la planificación territorial o ordenamiento territorial, como política y técnica de análisis espacial, sino también la producción de material cartográfico, como los atlas que ayuden a las autoridades a la toma de decisión, por la cantidad de informaciones sobre las variaciones geográficas del comportamiento de las enfermedades que nos ofrece. El atlas de la salud debía informar sobre poblaciones localizadas, es decir medio ambiente, sobre nivel educacional y salud y permitiría no dar una respuesta puramente biomedicalizada a necesidades determinadas por el contexto no medical, como es el caso del dengue. Eso implicaba una concertación para la implementación de estrategias, entre secretarias, de una misma región, alrededor de mapas actualizados…de lo tanto que podría aportar la geografía a la toma de decisión acertada e inmediata.

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