Valores del gobernante de mano dura

Valores del gobernante de mano dura

HÉCTOR MINAYA
El gobernante fuerte, llamado de mano dura, no se da silvestre ni resulta del azar, surge cuando su presencia es necesaria, porque representa la voluntad del pueblo expresado en su puño y en la mente de un estadista con un verdadero sentido democrático.

No es un producto espontáneo del medio, de la cultura, de la raza, del instinto de sobre vivencia de los pueblos en trance de disolución; es, y seguirá siendo por mucho tiempo una institución válida en las democracias latinoamericanas.

Su pensamiento se enfrenta con la demagogia y el arquetipo del político tradicional, que promete y no cumple, y que finalmente termina su vida de espaldas al paredón de fusilamiento en el ejercicio del proceso democrático. Como un gran gerente actúa siempre inspirado por la disciplina que impone la ley y no de la utilización de ésta como camisa de fuerza, diferente al tirano o dictador, un personaje que gobierna al margen de lo que estatuye la doctrina democrática.

En todo momento, el hombre fuerte, no el tirano, expresará la verdadera democracia, la que hace de su exclusiva pertenencia el sentido de la libertad innata en el ser humano, con la misma convicción y con idénticos espíritu de conquista institucionalista.

Como ente político compite con sus oponentes, el dictador y el gobernante débil, para sumar fuerzas a sus esferas de influencia, para evitar un vacío, que por la lógica de la realidad, tiende a colmarse con otra dictadura, pero que de ese modo impide la eliminación o la interrupción temporal del sistema democrático.

Con el gobernante de mano dura, la democracia está a la ofensiva y como característica muy particular en nuestro país, cuenta con la adhesión de una mocedad consciente, sabedora del rol social que le corresponde y con una moral muy en alto en un ámbito erizado de contrastes.

La democracia no está en el grito vociferante del gobernante demagogo, sino en la capacidad que manifieste el jefe de Estado para encauzar la nación en orden, en paz y progreso, constituyendo la conciencia cívica, ejerciendo los derechos y cumpliendo los deberes de la convivencia social y política.

Hay que diferenciar el hombre que nació con voluntad de mando, al servicio de su pueblo, el de mano de acero, de aquel megalómano, de personalidad egocentrista, de ánimo descontrolado y fetichista de sí mismo, que es la radiografía del autoritario y dictador.

No debe sorprendernos que en todas las encuestas divulgadas en los últimos tiempos, se resalte la exigencia de la población dominicana, en la fe y esperanza de un gobernante de mano dura, que sea enérgico y disciplinado consigo mismo. Que sea drástico en sus exigencia de los cumplimientos de los deberes de los demás.

Encuestas como Demos 94, con un prestigio incuestionable, nos revela que aunque existe un alto apoyo a la democracia como sistema, hay una insatisfacción o bajo apoyo específico por el funcionamiento de la democracia que alcanza el 678.5% de insatisfechas. Y que el 69% d la población considera que hace falta un gobierno de mano dura, con una visión de que imprima respeto a la ley, respeto general y orden.

Esto se debe a una serie de factores que no es nuestro propósito analizamos, pero que algunos de estos resaltan por que se acentúan, como son la falta de respeto a la ley y orden y el creciente sentimiento inseguridad, este último indicador que en la Demos de 1994 era del 42% y ahora es de 75%, un aumento de 33 puntos porcentuales durante diez años transcurridos.

Basado en la mayoría de los estudios, y confirmando con la Demos 01, se puede llegar a la conclusión de que existe un evidente desconfianza en el actual liderazgo institucional y político y que los imponderables en el acontecer histórico determinará el destino de este modelo, pienso que acelerando el ritmo hacia un cambio estratégico, que es el clamor generalizado: un gobernante de mano dura.

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