Valores que debe enseñar a sus hijos

Valores que debe enseñar a sus hijos

Hoy en día, educar en valores se hace muy difícil. Si bien para enseñar Matemáticas o Lengua Española tenemos maestros, para enseñar ética no hay expertos, se necesita toda la sociedad. La incoherencia entre los valores que necesita el ser humano y lo que realmente transmite la sociedad competitiva y de consumo es el mayor obstáculo para la educación en valores.
En el libro “Qué hay que enseñar a los hijos”, escrito por la española Victoria Camps, catedrática de Filosofía, ganadora del premio nacional de ensayo 2012 y madre de tres hijos, la autora asegura que felicidad, buen humor, carácter, autoestima, buenos sentimientos y obediencia son los valores más importantes. “Para educar bien -dice Camps- no existe receta mágica”. Sin embargo la autora aporta en el libro algunas pautas en este contexto. Aquí presentamos algunas de sus propuestas, extraídas de su libro:
Felicidad. La autora asegura que en varias sociedades se crean malentendidos sobre lo que es una vida feliz. Para combatirlos, habría que tener claro que la felicidad no consiste en tenerlo todo ni en conseguir todo lo que uno se propone.
Ser ambicioso es positivo, pero dado que no todo saldrá a nuestro gusto, es preciso aprender a superar y vencer las adversidades. La felicidad solo se consigue en compañía. Necesitamos a los otros para vivir y ser un poco felices.
Buen humor. La felicidad no es lo mismo que el buen humor, pero el buen humor es una de las manifestaciones de la felicidad. No perder el humor es, sobre todo, un signo de inteligencia y supone un recurso para aceptarse a sí mismo y para remontar las adversidades que nunca faltan.
El humor cura, ayuda a sobrevivir y es liberador. Se aprende por la influencia de las costumbres y del entorno.
Carácter. ¿Cómo se forma el carácter? Los maestros lo saben bien: inculcando hábitos, con la repetición de actos, acostumbrando al niño a que le guste lo que tiene y no se encapriche con lo primero que vea, y haciendo que se adapte a las costumbres que creemos que son buenas.
Responsabilidad. ¿Cómo puede aprender un niño a responder por sus actos si no hay normas? ¿Cómo enseñar que algo está mal si no se produce al mismo tiempo un sentimiento de rechazo hacia lo malo? La moral no es una cuestión de razón, sino de sentimientos. El niño no aprenderá a comportarse correctamente si no siente, al mismo tiempo que sabe, que ciertas cosas son mejores que otras, asegura la autora del libro.
Dolor. La pedagogía paterna no tiene más remedio que entrar en ese campo: enseñar a enfrentarse y a responder al dolor, a aceptarlo cuando es inevitable o cuando puede producir un bien mayor, y a rechazarlo, en cambio, cuando es inútil y superfluo. Aceptar el dolor inevitable es una primera lección.
Autoestima. El fin último de la educación es que la persona sea capaz de desenvolverse por sí misma sin demasiadas dificultades y con el máximo de satisfacciones posible. Ese fin supone algo fundamental, que es la autoestima: Nadie se atreverá a vivir por su cuenta y riesgo si no se quiere a sí mismo, si carece de confianza y de seguridad en sus capacidades.
Buenos sentimientos. Pensamos que el sentimiento es lo más espontáneo y natural que hay en el hombre. Sin embargo, los sentimientos también se educan y es posible aprender a gobernarlos.
Generosidad. Se puede enseñarle a un niño a ser generoso, a no vivir tan apegado a lo suyo, enseñarle a dar, y no solo a recibir.
Amabilidad. Aprender a escuchar, a sonreír, a mostrarse agradecido y de buen humor, hacer que el otro se sienta a gusto y no ser siempre una molestia para los demás es muestra de buena educación.

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