Digamos que ya es tiempo de acabar con las contradicciones entre la nueva generación y los desfasados, atrasados, inadaptados y vejestorios que no entienden que el siglo pasado realmente se acabó. No hablemos más de inversión de valores ni de las consecuencias funestas de las violaciones a las leyes de la naturaleza; hagamos normal y oficial todo lo que el modernismo desea imponer en nombre de la libertad.
Vamos a permitir que todo el que lo desee fume, beba o se inyecte la droga que se le antoje, que los hijos den boches, jalones de orejas y pelas a sus padres, que los alumnos pongan de castigo a los profesores por no modernizarse y que los políticos reciban honores y el premio de la reelección por ser los más corruptos, bandoleros y sinvergüenzas. Vamos a promover que la comunidad gay domine los medios de prensa, las iglesias y organizaciones de la llamada sociedad civil, para que puedan casarse y formalizar familias y hogares modelos, donde el crecimiento de un embrión intra-peritoneal, previo cambio medicamentoso del perfil hormonal de los varones, permita llevar a feliz término un embarazo y así continuar modificando la anatomía masculina hasta que se llegue a la ansiada igualdad de los sexos (no de género, como se propone), para que por cada parto de una mujer, se produzca otro de un hombre.
Cuando a un varón haya que realizarle una cesárea o permitirle un parto por cualquier orificio, en lo que se averigua por dónde saldrá el bebé, retomaremos el tema relativo a cómo es mejor que sea el mundo y hasta donde la naturaleza tiene leyes equivocadas.