Hemos leído, no recordamos en qué obra ni que autor, que cuando en un país existen muy pocas ideas para prevenir o inventar el futuro, sus ciudadanos se empecinan poner excesivo énfasis en recordar su pasado. Esto no deja de ser cierto en un alto porcentaje, porque es muy cierto  que la memoria histórica es muy prudente conservarla, porque es muy necesaria, para entender el presente y para el mañana evitar errores innecesarios.

Es decir, los pueblos precisan afinar su conciencia, para no solo afinarla por lo que ocurre, sino para no recordar solamente lo que satisface en el presente olvidando los errores que acompañan o empañaron los acontecimientos trascendentales. Por eso, es necesario poner en su verdadero sitio las descalificaciones interesadas, los falsos líderes con sus mentiras descaradas, que suelen reiterarse como si fueran  verdades irrefutables.

Cuando analizamos estos casos, siempre solemos recordar a Shakespeare como algo inevitable, y ahora recordamos que él definió la historia como un cuento aburrido contado por un idiota. El juicio es verdadero, ahora que en unas sesiones desparpajadas nuestras cámaras en minoría, con respecto al pueblo que los eligió como sus representantes, votó por modificar la Constitución para restablecer la posibilidad de reelección, sin importarle para nada la opinión de un pueblo, ya bastante maduro y menospreciando a la inmensa mayoría de la juventud, que ni vivió ni conoció los horrores de la Era de Trujillo.

Es verdad que la sociedad dominicana tampoco participó cuando en 1994, se modificó la Constitución.

Es obvio, que los reeleccionistas actúan impulsados por su afán de perpetuarse en el poder cosa que pagaremos todos los dominicanos con atropellos, insultos, masacres e improperios.

Si se establece la reelección, la situación del país irá empeorando cada día más,  hasta hacerse grave. Es preciso que todos los dominicanos conscientes nos unamos en un solo frente para evitar una nueva dictadura.