Vamos hacia verdaderos cabildos

Vamos hacia verdaderos cabildos

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Me parece que la discusión suscitada alrededor de los ayuntamientos es más importante de lo que pudiera parecer a simple vista. Creo que debemos ir más allá de las palabras altisonantes del señor secretario de Interior y Policía y más allá de las respuestas de la Liga Municipal, de la Asociación de Síndicos y de varios alcaldes en particular. El doctor Franklin Almeyda no solo exigió que los cabildos rindan cuentas de los fondos públicos que reciben, sino que dijo una y otra vez que los ayuntamientos tienen que ocuparse de sus comunidades y tienen que explicar en qué invierten «tanto» dinero como 10 mil millones de pesos.

Ya antes, el secretario de Obras Públicas se había quejado porque los ayuntamientos no reparan las calles y avenidas de los municipios y dijo una gran verdad: esta es una responsabilidad de los cabildos y los munícipes tienen que reclamarles a estos.

Como ven, la cuestión de los ayuntamientos va más allá de rendir o no cuentas de los recursos recibidos y gastados o invertidos. En su momento podría discutirse quién es la autoridad que puede hacer esta exigencia, pero la ley es clara en el sentido de que toda entidad, pública o privada, que reciba fondos públicos es susceptible de ser fiscalizados por los organismos de contraloría del gobierno central.

Pero volvamos al punto que nuestro interés. Los ayuntamientos del país son, según reza la ley y la doctrina, gobiernos municipales. En los hechos, sin embargo, no son tales. Son agencias municipales que rinden algunos servicios a la comunidad donde operan, principalmente la recogida de la basura. El gobierno central ha reducido la capacidad de trabajo de los cabildos, les ha ido quitando atribuciones e ingresos.

El primer gobernante post Trujillo que quitó funciones a los ayuntamientos fue el doctor Joaquín Balaguer, un centralizador de marca mayor. Hasta su administración de 1966-78 los cabildos se ocupaban de recoger la basura, de bachear y asfaltar las calles y avenidas, de suministrar agua potable a la población, en algunos municipios de generar y distribuir electricidad, de administrar el transporte urbano y de promover la cultura a través de bien servidas bibliotecas.

Los ayuntamientos recibían recursos financieros del gobierno central, de proventos municipales, de la cédula de identidad personal y hasta del sacrificio de ganado. Debe decirse que los síndicos y los regidores eran verdaderos munícipes, personas de ganado respeto y buen nombre en su localidad.

Las sucesivas administraciones del Presidente Balaguer, y los partidos políticos, distorsionaron los propósitos de estos gobiernos municipales y los convirtieron, primero, en agencias inútiles que no podía prestar servicio alguno, y segundo fueron transformados en agencias generadoras de empleitos para los activistas y dirigentes de las organizaciones políticas. Y así llegamos a lo que, en general, fueron los cabildos hasta hace muy poco tiempo.

En el país debe suscitarse una gran discusión entre los partidos políticos, las autoridades de los cabildos y los expertos en administración y otros temas municipales, para que se considere la conveniencia de devolver a los cabildos su razón de ser, su perfil de verdaderos gobiernos municipales. Hasta ahora los llamados partidos liberales, entre los que por gravedad incluimos al PRD y al PLD, no han sido diferentes a la derecha más conservadora frente a las políticas municipales y los roles de los ayuntamientos. Tampoco la izquierda marxista ha levantado ideas sustancialmente diferentes a lo que tenemos en la práctica.

Esta es, a nuestro juicio, la descentralización de base necesaria en la sociedad dominicana. Su corolario sería una descentralización política, es decir, una redistribución del poder político. Un tema así pasa por el tema burocrático, por la mejoría de las gestiones en el suministro del agua potable, por una recogida de la basura más eficiente, por el cuidado del medio ambiente, por la puesta en marcha y administración del transporte urbano, por el arreglo de las calles y avenidas, por la promoción de la cultura y hasta por la gestión de subsistemas de salud, ambiental y de educación.

Por supuesto, una transformación así no se haría con un 8%, con un 10% ni con un 15% de los ingresos públicos. Aquí es, creo yo, donde la puerca retuerce el rabo.

Mientras, los cabildos deben mejorar su gestión a favor de los munícipes, deben reclamar que el Presupuesto de este año consigne el 10% de los ingresos que por ley les corresponde y deben publicar en los diarios nacionales sus estados de ingresos y gastos cada tres meses.

(bavegado@yahoo.com)

Publicaciones Relacionadas

Más leídas