Vanessa Ramírez Faña

Vanessa Ramírez Faña

UBI RIVAS
Vanessa Ramírez Faña es el nombre de la joven de apenas 18 años asesinada por desalmados adolescentes para robarle un mísero celular, en Santiago de los Caballeros, el 09 del presente mes de junio, crimen horrendo que presiona aún más el estupor en que vive inmersa nuestra sociedad por la ola de crímenes que acontecen.

El día once, es decir, 48 horas luego del excecrable crimen, los restos de Vanessa recibieron cristiana sepultura en el cementerio de la calle 30 de Marzo de la Ciudad Corazón, acompañado de una impresionante multitud, un 90% jóvenes como ella.

Una impresionante multitud, reitero, desfiló por el caso histórico del Primer Santiago de América repudiando la ola delincuencial que padece la sociedad dominicana como nunca antes hoy.

El rector vitalicio de la PUCMM, monseñor Agripino Núñez Collado, ofreció una misa concelebrada donde la clase media y alta, la burguesía santiaguense, y miles que no pertenecen a esas dos clases, de estratos humildes, asistieron a la liturgia católica.

Observando de hito en hito la ceremonia religiosa proyectada por la TV, reflexioné más allá de Vanessa, los cientos de crímenes que ocurren en nuestro turbulente y permisivísimo país, donde la democracia se ha trocado en una relajocracia, en una mueca grotesca de lo que debe ser una auténtica democracia donde impere la ley, no el acotejo cómplice y venal de jueces corruptos que hacen malabares de los no-ha lugar, obligando a la Policía a accionar como mecanismo de defensa de la sociedad los «intercambios de disparos».

Los «intercambios de disparos» que conforme al criterio de algunos, no resuelve ni ataja la ola delincuencial del crimen, verdad a medias, porque los que caen en esos «intercambios de disparos» no vuelven a sus andadas jamás.

Sorprende a la vez que es sospechoso que casos similares y frecuentes como el lamentable en que perdió la vida en ciernes Vanessa Ramírez Faña no motiven manifestaciones concurridas ni siquiera pequeñas, porque los que caen en su inmensa mayoría  víctima de los desaprensivos, carecen de clase social distinguida y se pierden sus casos en el anonimato, miles de ellos.

Este hecho doloroso de Vanessa Ramírez Faña conduce a la reflexión de por que nadie, absolutamente nadie, en Salvaleón de Higüey, ha elevado la menor protesta a partir del escándalo de pedofilia que involucró a algunos personajes, la mayoría de los cuales misteriosamente han perecido de «causas naturales».

Un hogar de menores donde decenas fueron sodomizados se ha quedado en el limbo, la sociedad no sabe absolutamente nada de todo lo nauseabundo y podrido que aconteció allí, todo se ha sumido en un fangal de mutismo suspicaz, donde más de uno ha sido cómplice y otros camajanes, señalados como culpables, hasta ahora intocables.

El semanario clave en su edición del 15 de junio incluye un reportaje en el que señala que desde 2001 han caído 9,300 individuos por el crimen que arropa a la sociedad dominicana hoy; en 2001 fueron 1,086, en 2002 resultaron 1,230, en 2003 el saldo fue de 1,656, en 2004 la lista fue de 2,323, en 2005 el balance fue de 2,382 y en lo que va de 2006 han caído 629 y con esa cadencia lóbrega podría superar a diciembre 31 venidero los 2,000 asesinatos.

Por esos 9,300 crímenes no hubo un desfile, una misa, una protesta, sí censuras de editoriales y comentarios de prensa, radio y tv y ahí se quedó todo.

Cada quien debe aportar a constituirse en parte de la solución de la ola de crímenes adoptando medidas preventivas, de cuidado, chequeando que se mueve en derredor de casa al salir y entrar, no forcejear nunca con un atracador, aportar el gobierno mayores recursos a la Policía para aumentar el patrullaje. No hay muchas opciones más, sin excluir «los intercambios de disparos».

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