Vanguardia escultórica en colección Bellapart

Vanguardia escultórica en colección Bellapart

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La exposición “Vanguardia escultórica en la colección Bellapart” quedará para todos como una de las más fuertes, convincentes y necesarias –por tratarse de escultura–, entre las organizadas por el Museo Bellapart, que nos ha acostumbrado a eventos de muy alto nivel.

Esta exposición  es ya sobresaliente, no solamente porque presenta la escultura nacional, afirmando su sitial dentro del arte dominicano, sino por sus cualidades excepcionales de memoria de una verdadera escultura  en  su mejor tradición.

 Se sabe que, en una exposición, si la autoría y la belleza de las piezas exhibidas constituyen el mayor atractivo, hay elementos que le dan además una contundencia y una significación particulares.

En primer lugar, las obras provienen solamente del patrimonio institucional, demostrando nuevamente que esta colección se distingue entre conservación inmejorable, jerarquía de valores estéticos y reconocimiento de creadores primordiales. Juan José Bellapart, con una visión de gran coleccionista universal, ha ido cumpliendo la función admirable de reunir y salvaguardar obras magistrales en nuestra historia del arte, y, personalidad altruista, enseña públicamente esos testimonios imprescindibles de la riqueza creativa dominicana, los cuales, sin su “pasión”, probablemente se hubieran dispersado ¡o simplemente desaparecido! Y esta exposición, que hoy analizamos como hecho cultural en sus diferentes aspectos, lo demuestra singularmente.

Exposición y publicaciones. Luego, este acontecimiento artístico –lo es– pone en evidencia la importancia de la curaduría y la museografía, aunadas aquí en la responsabilidad de Myrna Guerrero, directora del Museo Bellapart,  cuya labor merece permanentes elogios.

Especialista, estudiosa y enamorada del arte dominicano, cada una de sus intervenciones como curadora reafirma sus conocimientos, sus metas, su profesión de fe… y su compromiso. Aquí, ella manifiesta su íntima convicción acerca de la escultura dominicana, algo que va más allá de los cuatro formidables expositores, (cor)respondiendo a frecuentes inquietudes y desencantos.

Ella le rinde un verdadero homenaje a través del ejemplo, aparte de identificarse con “sus” artistas y sus desvelos, sus talentos y sus temperamentos respectivos, llevándonos también a una amplia reflexión y reconsideración.

La museografía, también asumida por Myrna, comunica a las esculturas el magnífico realce que esas ameritan, pero sin caer en el menor efectismo: ¡son las piezas, juiciosamente, y a veces emocionalmente seleccionadas, las que se imponen!  Y esa es la sabiduría del museógrafo, trabajar arduamente pero “eclipsarse”, dando una impresión de espontaneidad, cuando las obras se despliegan, intensa y extensamente en el espacio, habiendo requerido un cuidadoso estudio… Con esta presentación sucesiva, a la vez sobria, majestuosa y clara, precedida por paneles individuales y su tipografía ejemplar, la lectura del espectador se hace fácil, casi natural. Introduce a las personalidades respectivas, pero, además, conserva el objetivo esencial  de destacar un conjunto y una definición común:  se nos dice que hay aquí cuatro gigantes de la escultura, lo vemos, lo comprobamos.

Otro elemento fundamental es la información ofrecida al visitante. “Vanguardia escultórica” también se destaca en ese punto. Textos-citas muy bien escogidos y colocados, de diferentes personalidades –Manuel Valldeperes, María Ugarte, Jeannette Miller, Danilo de los Santos– figuran en la pared a lo largo del itinerario expositivo… Y nos consta que el publico los lee. 

Un folleto informativo, impresionante en diseño, redacción (Juan José Bellapart y Myrna Guerrero) e ilustración, se distribuye a todos y propicia datos más que básicos. Es de tanta calidad que casi se le podría confundir con un catálogo. Estamos lejos de los “flyers” minimalistas en blanco y negro que entregan los grandes museos extranjeros. El catálogo, perfecto, es una joya, un modelo en su categoría, un documento de consulta permanente.

Siguiendo a la salutación de Juan José Bellapart, los textos técnicos –“Presentación” de Myrna Guerrero,  “La escultura tiene su historia” de Danilo de los Santos– deleitan por su contenido y su estilo, evitando la repetición: el primero analiza el “reencuentro con las obras de estos maestros”, en forma amena y metódica; el segundo logra un relato histórico de la escultura nacional en general, con rigor, dinamismo y firmeza.

  Las fotografías de Mariano Hernández y Gianfranco Lanzetti (que en paz descanse) son excelentes, al igual que el diseño gráfico de Samanta Sánchez y la impresión de Amigo del Hogar. Textos-citas, retratos fotográficos y biografías de los escultores completan esta publicación fascinante.

La selección y el número de esculturas expuestas permiten una apreciación óptima de maestros insustituibles,  cuya ausencia se ha dejado sentir implacablemente en el panorama de la plástica nacional. De Manolo Pascual, entre neoclasicismo y contemporaneidad, se exponen nueve piezas, ejecutadas en madera, bronce, estaño o hierro.

De Luichy Martínez Richiez,  son quince tallas, todas en madera, verdaderamente “fantásticas” como él calificó a una de sus series eróticas.

De Antonio Prats Ventós, gran maestro en sentidos formativo y creativo, encontramos  la mayor diversidad formal de piezas y materiales, o sea 21, realizadas en metales y madera –caoba principalmente–.

 De Gaspar Mario Cruz, se presentan 14 tallas en madera –de las cuales 13 son en caoba– y un bronce, asombrosas en fuerza interior, tratamiento factural y cualidades físicas.

Nos dedicaremos, en el próximo artículo, a comentar  estos   cuatro inmensos escultores y  fuerzas de la naturaleza… artística.

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