Vargas Llosa, campeón del “Boom”

Vargas Llosa, campeón del “Boom”

MARIO VARGAS LLOSA RECIBE PREMIO EN RD QUE LE ENTREGA EL MINISTRO JOSÉ A. RODRÍGUEZ..

Por: SANTOS SANZ VILLANUEVA

Cuando Mario Vargas Llosa obtuvo en 1963 el premio Biblioteca Breve de la editorial más prestigiosa del momento, Seix Barral, era un joven peruano casi desconocido. Solo había publicado un libro de relatos en 1959, Los jefes, que mereció un galardón prestigioso pero minoritario, el Leopoldo Alas.

En aquella fecha empezó una carrera literaria de reconocimientos y éxitos continuados.

J osé María Valverde, miembro del jurado barcelonés, fue el primero en sentenciar de forma rotunda el original premiado, La ciudad y los perros:

“Es la mejor novela en lengua española desde Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, publicada en 1926”.

El premio de la Crítica avaló el mérito de la obra.

Un juicio tan entusiasta como el de Valverde no fue el único que se pronunció acerca del Mario Vargas Llosa de los años sesenta del pasado siglo.

El iconoclasta Terenci Moix aún iba más lejos respecto de Conversación en La Catedral. Había que reconocerla, escribió el jovencísimo Moix, “como la novela más importante que en lengua española (sudamericana o de aquí) se haya publicado en los últimos cincuenta años.

Puedes leer: “Canciones de la tarde”, de Fabio Fiallo

«Tales elogios entraron en liza con los que recibieron otros títulos de los mosqueteros (cuatro, como en la obra de Dumas) del llamado boom», en la primera etapa de aquella nueva invasión de “bárbaros” hispanoamericanos: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, además del peruano Vargas Llosa.

Se estableció, así, una dura competición entre modos de escribir de unos narradores que revolucionaron la novela en castellano.

El gran competidor de Mario Vargas Llosa , hablando en términos de popularidad, fue el García Márquez de Cien años de soledad.

Ninguna de las novelas del peruano ha logrado el impacto y la difusión universal del famosísimo libro del colombiano, obra que recibió muy calurosos aplausos de alguien tan elitista como Juan Benet.

Pero también es verdad que los escritores posteriores al boom, los que se han llamado del boomerang, y otros más recientes, no han renegado de Mario Vargas Llosa en la medida en que lo han hecho respecto del “realismo mágico” de García Márquez, y con voluntad de matar al padre.

La personal incorporación de elementos imaginativos en el límite de lo fantástico a una realidad inmediata en la obra de Vargas Llosa ha evitado que las generaciones posteriores se distanciaran de una literatura que, al entender de los jóvenes de los años noventa, como la de García Márquez, da una visión sesgada, tópica y caricatural de la América hispana.

«La competencia entre el núcleo duro del boom fue muy fuerte, y la de Vargas con Fuentes y Cortázar se guió por otros criterios».

Y con oscilaciones. Juan García Hortelano lo explicó con un divertido símil bursátil:
Las acciones de Mario Vargas Llosa para mí son las más caras que hay, quiero decir que han subido mucho”, mientras que las de Carlos Fuentes han ido bajando.

En el terreno de las comparaciones, Juan Marsé valoraba a Mario Vargas LLosa como el “más interesante de los hispanoamericanos.

La apreciación de Julio Cortázar tuvo perfiles singulares.

El argentino proporcionó la imagen que repetía un sector de la juventud a finales del franquismo.

Aquella famosa promoción intelectualizada y pedantesca se preguntaba con desasosiego si encontraría a la Maga, la chica misteriosa de Rayuela. Y mereció rendidos reconocimientos.

Era el maestro absoluto, según lo califica J osé María Guelbenzu, uno de los pujantes nuevos narradores de la época, en El Mercurio.

Y un crítico muy influyente y respetado, Francisco Fernández-Santos, le había dado una calurosa bienvenida en la revista Índice de Artes y Letras.

Le atribuía al cronopio universal la estatura de Aconcagua de la actual literatura latinoamericana.
«También el mexicano Carlos Fuentes se fue viendo recluido en el territorio estrecho de una literatura especulativa»

Pero el autor de 62 Modelo para armar no pasó las fronteras del gran público y siempre ha quedado como referencia de grupos de lectores y escritores minoritarios.

Desde aquella aportación suya fundamental al nuevo movimiento de las letras de la América hispana, La muerte de Artemio Cruz, sus libros posteriores habían ido perdiendo fuerza comunicativa y sinceridad.

En un proceso ya patente en Cambio de piel o Terra nostra, habían ido cayendo cada vez más y sin remedio en el artificio y la retórica.

El siempre razonable y razonador Miguel Delibes daba una clave básica de estas distintas valoraciones.
Al vallisoletano, Julio Cortázar le produce escaso entusiasmo y, en cuanto a Carlos Fuentes, le “interesa menos, lo veo más retórico”. Para colocarlo en su apreciación al frente del boom ofrecía Delibes un argumento de mucho peso:

Mario Vargas Llosa “ha renovado el lenguaje y la técnica y además nos dice cosas. Vargas ha remozado los elementos de la novela pero no los ha destruido”.

En la explicación de Miguel Delibes se encuentra la clave de que la seducción producida por la obra de Mario Vargas LLosa en sus comienzos haya permanecido inalterable hasta el momento.

Tras la escritura sencilla de Los jefes, el peruano tiene mucho de escritor complejo, casi experimental y, desde luego, innovador en casi todas sus obras.

Esta vertiente la compagina con algunas de sus grandes fidelidades, al relato cinematográfico y solidariamente a la novela de caballerías y al francés Gustave Flaubert.

Su lenguaje bebe en la tradición culta, pero su fraseo envolvente tiene una gran frescura coloquial. Y además, el nos dice cosasde Delibes podemos traducirlo como que cuenta historias siempre interesantes cargadas de sentido. Vargas es un narrador nato, un creador de mundos, un competidor de Dios en la fundación de otra realidad, un relator de peripecias colectivas e individuales.

Compite con Gabriel García Márquez en esta condición de inventor de fábulas, pero tiene un interés especial en fundir lo imaginativo y lo real.

Esta capacidad de alcanzar una novela total es lo que, sin desmerecer a ninguno otro de aquellos escritores que admiran al mundo, según los calificó una revista de entonces, a la postre le sitúa en cabecera de la generación del boom.

(ESTE ARTICULO FUE PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA REVISTA DIGITAL ZENDA)

Más leídas