Variedades variables de varios tipos

Variedades variables de varios tipos

FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
En las Antillas y en Centroamérica son frecuentes las dictaduras. En la Unidad de Investigación he escuchado a varios historiadores hispanoamericanos contar cosas espeluznantes. Cada dictador pone a su servicio un montón de asesinos. He sabido que en la época de Machado hubo en Cuba jefes policiales sanguinarios. En casi todas las ciudades actuaban esbirros desalmados; lo mismo en La Habana que en Santiago, Santa Clara, Camagüey. Créame que no lo digo por molestar a los cubanos; en mi país hemos tenido personajes monstruosos, dedicados gozosamente a reprimir a la población.

La política totalitaria ha sido espantosa en Hungría, en Checoeslovaquia, en Yugoeslavia, en Ucrania, en Rusia; e igualmente en Bulgaria, en Alemania y en Austria.  – Doctor Ubrique, las opiniones de los moralistas nunca interesan a los delincuentes. Del mismo modo, los sentimientos de los poetas, o de los escritores, no influyen en la conducta de los hombres de Estado. Ladislao caminaba animosamente por una de las calles principales de Bayamo; el profesor Valdivieso marchaba a su lado con paso casi militar y un sobre grande en la mano.   Es cierto que en la provincia de Oriente se han visto policías de crueldad enfermiza. En tiempos de Machado; y también cuando gobernaba Fulgencio Batista. Cualquier persona a la que usted interrogue en la calle podrá contarle sucesos horribles. Sobre todo si escoge personas de edad avanzada, porque éstas, como es lógico, han vivido más y oído mayor número de relatos.

   Los dictadores son dictadores, sean de derecha o de izquierda. Machado fue derrocado el mismo año en el que Hitler consolidó su poder en Alemania. La guerra civil española dejó plantado un dictador; y la guerra civil que siguió en Rusia a la revolución bolchevique engendró a Stalin. Las guerras europeas parieron revoluciones, borraron fronteras, poblaron cementerios y establecieron déspotas en muchos lugares.

Después de 1945 las grandes potencias «adoptaron» tiranos, «convenientes» o manejables, en cuatro continentes. Durante la Guerra Fría cada bloque político alimentaba sus propios monstruos. Sin embargo, ya usted ve lo que ha pasado: Europa empieza a unirse para prosperar en paz bajo un tratado que se ha firmado en Holanda; la Unión Soviética se desintegró hace dos años y ahora parece que Rusia volverá a sumirse en una guerra civil. Es difícil que el ejército ruso acate las órdenes de un Parlamento dividido.   Entiendo bien la mayor parte de las cosas que usted dice. Pero lo que sucede en la Rusia de hoy no lo tengo muy claro en la cabeza. Todo es confuso. Lo único indudable es que Yeltsin manda y que Gorbachov se fue.

Dihigo avanzaba detrás de Ladislao y Valdivieso, a no mucha distancia, reposadamente, abriendo camino a Lidia entre los peatones y contestando con amabilidad a sus preguntas.

  ¿A qué hora será la retreta?   No se preocupe usted, comienza siempre al caer la noche. Queremos que antes de eso visiten varios lugares interesantes de Bayamo. Después oirán las marchas y asistirán al concierto. El parque se llena de gente; los músicos son de primera. Se decía de ellos que eran «fulgor de los ricos y riqueza de los pobres». La expresión proviene de un poeta extranjero casado con una bayamesa. ¡A propósito! ¿Ha escuchado el doctor Ubrique La Bayamesa. Claro que sí, señor Dihigo; pero solo unos pocos acordes, a través de la radio. Ladislao se pasa la vida buscando datos históricos. Los amigos de afuera le facilitan muchos datos; en la oficina recopilan datos para él. Cuando hay tiempo libre para la música él averigua los orígenes de las composiciones populares cubanas; qué parte es blanca, española; qué parte es negra, africana. También le gusta leer los poemas de Nicolás Guillén. Se ríe a carcajadas leyendo Negro Bembón y Tu no sabe inglés. Ladislao me ha dicho que la Balada de los dos abuelos es un escrito milagroso que revela a los extranjeros el misterio de las mezclas raciales en Las Antillas. A veces dice cosas que no me atrevo a repetir delante de personas en las que no confío. Está convencido de que Nicolás Guillén nunca escribió versos de amor, o sea, acerca de gente enamorada. Guillén sólo toca el apetito carnal, el acto de ayuntamiento sexual de la hembra con el macho. A Ladislao le producen horror dos de los versos del Madrigal, de West Indies, Ltd: «Tu andar fabrica para el espasmo retador / espuma equina entre tus muslos de metal».

Él todavía mira a los cubanos con una lupa de relojero. Dihigo, con la cara muy seria, tomó a Lidia por un brazo:   Avancemos ahora un poco más para alcanzarlos. En ese momento Ladislao se acercó a su guía.   Profesor Valdivieso, yo leía antes los escritos de Fernando Ortiz y de Juan Luís Martín. Pero no miraba atentamente las caras de los cubanos negros. Hay mucha gente en occidente que supone que todos los chinos son idénticos. No distinguen los rasgos individuales de las personas orientales. En cambio, sí perciben las diferencias que caracterizan a cada rostro blanco. Cuando llegué a La Habana las personas de raza negra eran para mí como los chinos para los niños europeos: una repetición infinita. Ahora ya no es así. Miré primero, detenidamente, a las mujeres: los labios, los ojos, el talle, la forma de arreglarse el pelo, la manera de andar. Las cubanas negras y mulatas son todas diferentes. Al descubrirlo, caí en la cuenta de que las mezclas raciales en las Antillas producen multitud de tipos humanos. Así como no hay dos mujeres iguales, tampoco existen dos hombres iguales. Los tonos de la piel, los ángulos faciales, las líneas del cuerpo, todo es diverso o desigual en la población de las islas del Caribe. Bayamo, Cuba, 1993.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas