Varón, macho, afeminado

Varón, macho, afeminado

Genéticamente, una persona nace con un determinado sexo: Pero el hacerse, por ejemplo, varón adulto, con las características esperadas,  constituye un proceso complejo que implica, por lo menos:

a) Observar un tipo de persona que se reconoce como  “definida y aceptadamente  varón”;

b) Aceptar  dicho modelo conductual de manera más o menos voluntaria;

 c) Aprenderlo  e internalizarlo, hacer de esas conductas una segunda naturaleza.

El hacerse varón humano no se trata de un proceso  que fluya de manera natural, espontánea. Se nace con las características físicas  del sexo, pero ser varón o hembra, del modo en que una sociedad lo define y aprueba es más que nada un proceso de aprendizaje. Ese proceso puede fallar y producirse un tipo de personalidad no equivalente al varón o la hembra socialmente deseable o aceptable, por diversas razones.  Antiguamente, desviarse o ser diferente de esos modelos era menos frecuente, debido a que tanto la parentela como el vecindario vigilaban  y acompañaban esos procesos.

Sociedades y épocas han diferido grandemente en la “formación” que les dan a sus varones: Los espartanos, para la guerra; los atenienses, para las letras.

Hacerse varón suele implicar una larga serie de pruebas y confrontaciones, a menudo violentas, en las que el niño está obligado a competir y a enfrentarse con compañeros etarios, lejos de la vigilancia y protección de sus padres.  Aprender a conquistar el corazón de una hembra puede ser un proceso doloroso (nos temblaba la voz ante la posibilidad de ser despreciados.  Los amiguitos  animaban, los del “outgroup”  obstaculizaban y se burlaban).

Los que no aprenden a superar estas situaciones, pueden inclinarse a esperar a que sea la hembra que los conquiste, a tener comportamientos afeminados, o de otros tipos no bien adaptados, desarrollando diversos mecanismos de defensa, tornándose excesivamente agresivos y “puros machos” intolerantes, a quienes el despecho los suele hacer potencialmente peligrosos, responsables, luego,  de abusos físicos y psicológicos principal, pero no solamente contra  mujeres.

Este cuadro se agrava cuando la sociedad carece de liderazgo responsable, no distribuye con equidad las oportunidades, sobre enfatiza  el éxito material,  los medios de comunicación enfatizan antivalores, y los sistemas de control y sanción social han sido debilitados.

Macho y gay suelen ser dos maneras frustradas de ser varón: uno que rehúye el rol y otro que se sobreactúa, por lo cual ambos suelen estar más próximos entre sí de que lo que admitirían.  Ambos se sienten inadecuados para compartir de igual a igual con una compañera, de educar, corregir y ayudar a sus hijos e hijas a crecer sanamente, sin excesos de agresividad,  sin inseguridad ni temores desproporcionados.  Con dominio propio, equilibrados en suavidad y firmeza. Con capacidad para aceptar los valores y reglas básicas del proyecto socio-espiritual de amar y respetar la vida propia y ajena.

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