Vasija rota, una crítica lateral

Vasija rota, una crítica lateral

Se le atribuye a Jorge Luis Borges, argentino universal, la “teoría de los prólogos”, la cual se sintetiza en la afirmación de que el prólogo “es una especie lateral de la crítica”. El poeta Basilio Belliard, en un magnífico ensayo sobre el tema, apunta que “Como se ve, para el autor de El Aleph, el prólogo equivale al ejercicio de la crítica literaria, pero como una forma parcial, paralela, colateral al ejercicio de la crítica”.

La escritora Marcia Castillo, devota borgiana, ha concedido a un casi borgiano la distinción de prologar este, su primer libro de poemas. Vasija rota, he ahí el título, provocador, paradojal, bajo el cual se agrupan veinte poemas de límpida factura y alto nivel de abstracción, no obstante la llaneza del discurso poético de que se ha valido su autora. Marcia incubó la tentativa de nombrar su libro con el título de uno de sus poemas, precisamente el más chocante y fuñidor: “La poesía no sirve para nada”. ¿Indicará esa preferencia que quiere la autora presentar ese texto como su arte poética, entendida esta como un escrito en el que el poeta expresa en verso las razones de su canto y su filosofía de la creación? He aquí la estrofa final:

Hoy el hambre sobrevuela mi casa,
La verdad abandona mi lecho,
El amor me corona de espinas,
Y yo pienso en mi amigo repitiendo
En voz baja: “Qué absurdos los poetas”,
“Qué absurda la poesía. ¡No sirve para nada!»

Lo absurdo es contrario a la razón, lo que frente a lo “normal” no tiene sentido. La poesía no tiene que basarse en lo absurdo para ser poesía, pero una condición innegable en la obra de creación es la rareza. Porque entre los insumos para constituir el poema no puede faltar el misterio. El uso del lenguaje puede refugiarse en la máxima naturalidad, pero habrá una connotación que libera el texto del dicho corriente y ordinario. Refuerzo mi pensar con esta certera consideración de León David: “La mecánica del raciocinio lógico es diurna, nocturna la del poema. No hay poesía, ni siquiera la de más cristalino linaje, que acierte a despojar la expresión de un halo de misterio”. (León David, El lenguaje de la poesía, Edit. Unicornio, Santo Domingo, 2017).

Mucho tiempo han empleado poetas y teóricos literarios, desde la antigüedad griega, en la búsqueda de fórmulas tendentes a mejorar y perfeccionar el arte de la poesía. Los movimientos y tendencias se han sucedido en y desde distintas partes del mundo y cada “ismo” ha pretendido derogar el anterior. “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje / que da su nota blanca al azul de la fuente; / él pasea su gracia no más, pero no siente /el alma de las cosas ni la voz del paisaje”. Así expresaba el poeta mexicano Enrique González Martínez la ruptura con el preciosismo y modernismo de Rubén Darío. Si alguna corriente poética ha merecido predominar es la que se vale de los símbolos para crear belleza mediante las palabras.

Busque en el poema “El colibrí y el trueno” significaciones que van más allá de las palabras. Trueno, poderosa expresión de la naturaleza asociada a divinidades, a dioses temibles que vomitan castigos en contraposición con una criatura diminuta y apacible marca una estampa de poesía novedosa que ha captado la señal del poeta González: ha torcido el cuello al cisne. El primer verso de ese poema, que lo es también del libro, evoca un cuadro grotesco:

Aquí hay gusanos negros que envenenan mi pecho.

Muerden y no dan tregua.

Desde este primer poema, el libro de Marcia Castillo está recorrido de referencias universales: 1- bíblicas (zarza que arde, el monte, Talita cum, Diluvio…Mateo 17, Cantar de los cantares). 2- mitológicas (Sabinas, El rapto de las Sabinas es un episodio mitológico que describe el secuestro de mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma; Hipnos, personificación del sueño en la mitología griega; los amantes Hero y Leandro, también de la mitología griega, murieron por causa de amor; Avalon, isla de la mitología celta donde, según la leyenda, abundan sabrosas manzanas durante todo el año y habitan nueve hermosas hadas. De los griegos, además, ha tomado Eros, dios de la atracción sexual y por igual la figura del demiurgo, deidad que armoniza el universo).

De estas corrientes poéticas y filosóficas hereda la poesía de Marcia Castillo el tono profético, a veces epifánico y apocalíptico en ocasiones. Del poema Diluvio:

Serán uno la penumbra y la roca,
La esperanza, los lirios, la paloma.
Sólo yo no estaré.
El mar, como una gran memoria,
Pronto se tragará la tierra…

Marcia Castillo se expresa con versos intensos que nunca se diluyen, aun en el caso de que asuman aliento anecdótico, dicho todo en forma secuencial, perfectamente hilvanado. Esta autora se exime del derecho que se arrogan muchos poetas contemporáneos de construir versos inconexos de los cuales resulta trabajoso descodificar el aspecto más simple: el sentido denotativo de las palabras y frases. Esta poesía está libre de acrobacias estilísticas y de rebuscado refinamiento:

Espina en mi costado eres…

¡No me dejes dormir!

Hasta que estalle el alma, ¡clávame!

(Clávame)

Mencioné de pasada el simbolismo (movimiento artístico, principalmente literario, que se originó en Francia en la postrimería del siglo XIX) sin decir que entre las características que se le atribuyen se cita que tuvo como objetivo “…la búsqueda interior y la búsqueda de la verdad universal. Se buscaba interrelacionar el mundo espiritual y el mundo sensible, haciendo uso de imágenes que expresaban distintas emociones”.

Si de algo no puede prescindir la poesía para provocar emociones y disfrute estético es del símbolo. El poeta se valdrá de este recurso, aunque no le interesen los postulados del movimiento en el que se destacó Charles Baudelaire. La poética de Marcia Castillo es rica en símbolos. La escalera, la espada, el mar, el viento, la lluvia, el espejo, el sueño son símbolos de carácter universal que aparecen en la poesía castillana (sic) para sumarle hondura y musicalidad:

Una mujer en el espejo sueña.
Yo solo existo si ella me refleja.
Nunca nos encontramos porque
Cuando me mira ya soy otra
Y cuando yo la miro su reflejo pregunta:
“¿Tú quién eres?”
(Árbol de la memoria)

Este libro insinúa, cuando no revela, las fuentes de las que suele alimentarse la autora y se torna fácil localizar lo mítico, lo místico y lo metafísico, que constituyen los soportes de la Poética Interiorista a cuyos predicamentos, la filosofía de Heráclito de Éfeso ha suministrado importantes aportes. Quiero destacar un homenaje poético-filosófico a Heráclito contenido en el poema Multiverso, el último del volumen:

¡Todos los días soy otra en otro lugar y en otro tiempo!
El río fluye y muere mansamente en los abismos.
La mujer que no soy va y mira su reflejo,
Se encuentra con el ángel pequeño, abandonado
En plena carretera, ahora ataviada con rosas y azucenas.

En sentido general se trata de una poesía, la de Marcia Castillo, que comunica, despierta los ánimos y restaura olvidos. Porque la autora es capaz de intercambiar confidencias con los dioses

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