Vasily Kandinsky

Vasily Kandinsky

Kandinsky, pionero del arte abstracto cuya vida fue marcada por la tragedia de dos Guerras Mundiales y la Revolución Rusa de 1917, encuentra todo su espacio y su legitimidad en el Museo Guggenheim de Nueva York, en una retrospectiva que se exhibe hasta el 13 de enero en curso. Es importante recordar, que Kandinsky fue parte de los pintores «no objetivos» que el coleccionista Salomón Guggenheim expuso en su apartamento personal de la ciudad de Nueva York antes que naciera su fundación, en el año1937.

Después de ser expuesta en el Centro Pompidou de París, y en la Stadische Galerie de Munich, la exhibición enseña de nuevo el camino sorprendente de este hombre nacido en Moscú en plena era zarista, en 1866, y fallecido en Francia en las cercanías residenciales de Paris, en Neuilly-sur-Sceine en 1944.

Para este teórico de la abstracción, es la humanidad en su forma espiritual que inspira toda su obra, la cual puede ser representada por un triángulo piramidal atraído hacia el infinito celestial. Esta exhibición presenta unas 95 obras creadas entre 1902 y 1942 por este visionario artista, que evidencian sus ideas sobre las pinturas “no objetivas”.

La exhibición está trazada maravillosamente a través de una museografía cronológica realizada por Tracey Bashkoff, quien la organizó con sus colegas de Paris y de Munich, integrando con belleza la genialidad de este artista en el complejo edificio diseñado por el arquitecto Wright, cuya famosa espiral se separa en tres partes: la parte inferior de la rampa expone el trabajo reciente y las obras se imponen como en un caballete. Los paisajes, las experimentaciones con el estilo del Art Nouveau y las obras fauvistas inspiradas por las armonías del color aparecen como imágenes en el mismo caballete de Kandinsky.

 Sus improvisaciones se desarrollan de acuerdo a una lógica interna de provocación, nacida de la línea, la forma, el color, la superficie y el ritmo, propiedades de la pintura de este genio de la abstracción en la década de 1910, en pleno periodo no figurativo.

Si tomamos en cuenta la imagen de un caballo y el jinete al galope a través de las montañas de Bavaria, sentimos como, tanto en Alemania como en Estados Unidos, estuvieron sometidos al desarrollo de la rápida industrialización y urbanización. Pero, las escenas pastorales evocan cuentos de hadas y aventuras en la obra de San Jorge frente a un dragón de fuego, referentes que se arraigan en la convulsión espiritual del artista.

Varios de estos lienzos magníficos se recogen en una galería convencional y en la rampa, las obras del periodo “no objetivo” se han instalado perpendicularmente al suelo sobresaliendo de la pared trasera que se inclina sobre varillas. El montaje ofrece un efecto visual impresionante sobre todo, en el cuadro «Negro Lines» de 1913, cuyos globos de colores brillantes rayados por líneas de paja parecen flotar en un espacio lleno de luz.

Las composiciones están instaladas en la parte alta de la espiral de Wright. Fueron hechas durante los años oscuros de la Segunda Guerra Mundial; son composiciones que reflejan una oscuridad microscópica con formas biológicas, sugiriendo representaciones de amebas, bacterias, células fantásticas, etc., pero también, sugerencia de los antiguos jeroglíficos y pictografías indígenas.

Es la primera vez, desde hace veinte años, que el conjunto de la obra del gran artista ruso se exhibe a través de todas sus fases creativas, con una selección de pinturas fundamentales que abarca un periodo de 40 años. La muestra está montada de tal manera, que podemos ahondar de forma excepcional en la contribución de Kandinsky al arte moderno. Esta museografía revela la trayectoria y reflexión  de sus ideas experimentadas en la gesta y la acción de pintar, así como en su implicación con la historia de su tiempo.

El movimiento en espiral dentro del edificio Museo Guggenheim permite una movilidad visual que juega tanto con los efectos de luz natural, como de una geometría que alcanza la compenetración de la obra en una relación constante entre el lenguaje externo aparente y el lenguaje interno místico, metafísico, espiritual de este maestro, pionero del abstraccionismo.

La obra habla por si misma. La muestra insiste con énfasis especial en los años 1912 y 1913, cuando en los Alpes bávaros, él y sus colegas progresistas de Alemania se reúnen en el colectivo del Jinete Azul, para distinguir ese grupo, cuya reflexión y experimentos serán la semilla de la abstracción de Kandinsky. Otro momento fundamental serán las pinturas de este artista de regreso a Rusia. Después de los años 30,s, surgen sus teorías más importantes sobre la pintura, dando nacimiento a la escuela de arte modernista que el nazismo condenó y calificó de  «decadente».

El espectáculo fundamental del conjunto de estas obras desemboca en la última década del artista en Francia, cuando volvió a entrar en un diálogo estético con sus colegas de la Escuela de París. Es notorio que su camino hacia la abstracción fue gradual, ya que a partir de 1911 las referencias reconocibles empiezan a desaparecer y sus imágenes se resisten a “representar” nuestro mundo, todo esto, a pesar de los edificios y animales que surgen.

Es, a partir de 1912, que el espacio palpable en las obras de Kandinsky se convierte y se disuelve en un garabateado dibujo y manchas de color.  A lo largo de los años la gama cromática de este genio se calienta en la paleta fauvista, con sus rojos radiantes, sus azules intensos, sus rosados y amarillos propios que se van esclareciendo por los blancos con maleza y cuyas composiciones se hacen cada vez más complejas. Todas estas asociaciones atestiguan, como lo atestiguan también sus escritos, un significado emocional y espiritual que profundiza lo aparentemente abstracto. Las ultimas pinturas geométricas, las direcciones de sus líneas y las opciones de color son «destilaciones de la emoción». Así lo escribió y lo expresó el artista.

La exhibición, que repetimos, se mantendrá hasta el 13 de enero, es una inesperada posibilidad de plantearse la esencia metafísica y espiritual que contiene el conjunto de la obra de un artista esencial que soslayó el trazado conservador de las diversas escuelas del siglo XX, y que interpretó el arte y la creación como un impacto asociable al fin del mundo, lo que llevó toda su obra a una amplia variedad de abstracción íntima y mística.

Con Kandinsky alcanzamos una elevación que nos hace los hijos dignos del universo.  Visitar y ver esta exposición es elevarse, por lo que quisimos recomendarla, con la esperanza de que los que estén todavía de vacaciones navideñas en New York y a los residentes dominicanos en esa urbe tratar de disfrutarla, segura de que asistirán a una gran fiesta del espíritu!

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