Vayamos a las causas!

Vayamos a las causas!

Los asesinatos a mansalva de Federico Nina y su chofer Pedro Tomás Pacheco, y de Graig R. Hiresote, han creado una fuerte obligación a la policía. Los dos primeros tuvieron lugar el miércoles en un mismo atentado, y el último, el jueves.

Pero los que urdieron estas muertes siguieron un procedimiento similar, utilizando motocicletas y hombres armados que dispararon sobre sus víctimas. Esta última circunstancia es la que debe impulsar a los agentes del orden público a encontrar a los culpables, contra viento y marea.

A Nina se intentó liquidarlo anteriormente. En la ocasión fue herido a la altura del omóplato izquierdo, sin que el plan alcanzase su objetivo final.

Al parecer, esto lo obligó a contratar espalderos, como el que lo acompañaba, además del conductor, a la hora de su muerte. Claudio Martínez Lake , sin embargo, salió apenas herido cuando mataron a su jefe y al chofer que conducía el vehículo.

Hiresote encontró muerte sorpresiva cuando la motocicleta de sus atacantes lo rebasaron y le dispararon sobre el cristal de su vehículo. A diferencia de Nina, marchaba solo hacia su hogar, luego de una jornada matutina de trabajo en la planta generadora de electricidad. Sin duda, no tenía razones para recelar de los ocupantes de una motocicleta que pasaba a su vera. Mas ellos eran sus perseguidores y victimarios.

Al igual que en el caso del Dr. Nina y de su chofer Pacheco, la infaltable motocicleta cumplió un papel fundamental en el asesinato. Instrumento de muerte tanto como el arma letal, a grupas de la misma se cumplió el atroz objetivo. Dos matones lo tomaron desprevenido en tanto transitaba por una avenida de San Pedro de Macorís.

(La misma ciudad, la misma avenida! Pero no están envueltas las casualidades en estos hechos horrendos. Son coincidencias aprovechadas por la acechanza maligna y la perversidad criminal. Por donde tienen que husmear los agentes investigadores es por el lado de los patrones reiterativos. Las motocicletas son pieza clave en las indagatorias, lo mismo que la destreza para disparar desde el inestable vehículo en movimiento.

Y también deben las pesquisas hurgar en las causas probables, vinculantes o inconexas. Porque esta trama que cercena la vida de dos hombres un miércoles y de un tercero al día siguiente, habla de compromisos y encargos a cuya sombra se levantan tenebrosos pensamientos. Hacia los mismos deben dirigirse los agentes, aunque en las horas iniciales se carezca de informaciones o indicios.

El rumor público, siempre presuroso, a veces díscolo, y en ocasiones morboso, apunta hacia varias de las causas probables. La caza de unos y otro en días consecutivos, obliga a ese rumor a planteamientos perturbadores e inquisitivos. Pero los agentes no pueden esquivar ninguno, sino ampararse en su existencia para darle sentido a la actividad investigativa.

Diariamente son asesinados hombres y mujeres, en hechos cuyas particularidades resaltan como si fuesen contraseñas o marcas de fábrica. La diferencia en los de San Pedro de Macorís radica en que, cometiéndolos en pleno día, se encuentran paradójicamente ocultos al normal discernimiento humano. (Tan tétricos se levantan estos asesinatos increíbles!

Por ello es que los agentes del orden están sujetos a una obligación generada por los mismos crímenes. Forma, instrumentos, características de sus víctimas, lugar, sucedaneidad, constituyen elementos que desdibujan una maraña, aunque también un camino para un buen sabueso. (Manos a la obra, pues, ya que al margen de que otros crímenes tampoco deben quedar impunes, éstos deben esclarecerse sin ningún género de dudas! Y a partir de los coincidentes elementos, deben los agentes procurarse las causas que pintarán como en un retrato, a los asesinos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas