Detrás una malla ciclónica a punto de caer, amontonados, dan la impresión de ser un montón de animalillos encerrados para que no se escapen del control de los granjeros. Pero no. Son niños. Y estudian, o intentan hacerlo, en un espacio que quieren llamar escuela.
Ubicada en Baní, la Escuela Básica Santa Rosa es el mejor espejo en el que la sociedad puede verse para entender por qué es tan importante que el gobierno cumpla la Ley de Educación 6697 o, al menos, el Plan Decenal 2008-2018, en el que se establece que el presupuesto del próximo año debe ser un 3.42% del presupuesto nacional.
Aunque para muchos sea una necedad escuchar este reclamo una y otra vez, urge que continuemos abordando el tema, ya que el presupuesto del 2011 está en discusión en el Congreso Nacional.
Como es evidente que ningún funcionario defenderá el interés nacional, ya que para el ministro de Educación, Melanio Paredes, la falta de inversión no afecta el triángulo virtuoso del aprendizaje que promueve en las escuelas gracias a su creatividad e ingenio, hay que apelar a la sensibilidad de los congresistas.
Quizás ellos puedan ver que, a pesar de las justificaciones oficiales que enarbolan diversos funcionarios, Educación necesita los cinco mil millones que le han reducido.
De no contar con ellos, tal como dijo Melanio el día antes de querer convencernos de que puede haber calidad sin inversión, Educación desacelerará la ejecución de los programas iniciados este año y desistirá del reajuste salarial a los docentes.
Pero no cumplir con el Plan también sería condenar a los niños de la Escuela Santa Rosa y de muchas otras. ¿Es el presente que merecen?