Dos árboles centenarios de javilla cobijan un juego de cartas en Villa Consuelo, en la capital. Bajo la sombra, Eddy Reyes, de 56 años, y Rafael Féliz, de 45, posan naipes sobre un pedazo de madera apoyado en sus piernas. Mitigan el calor.

Mientras, los vecinos David Rosario, de 61 años; Israel Ureña, de 79 y  Antonio Rosario, de 47, esperan su turno para jugar.

En un fin de semana en el  que la Oficina Nacional de Meteorología  anunció temperaturas máximas de entre 33 y 35 grados celcius, los hombres coinciden en que quedarse dentro de la  casa “es  como una bomba de tiempo”.

Lo cierto es que la falta de energía eléctrica y  de agua hacen que las paredes del residencial Quinto Centenario, donde viven, se conviertan en un espacio “peligroso” para estos días.

Por eso, en un recorrido por el  ensanche Espaillat, Gualey, Simón Bolívar, Villas Agrícolas y  Luperón era común ver a los vecinos  sentados en las aceras con  ropa ligera y   niños sin camisa.

Otros, con más suerte, tienen en sus hogares piscinas inflables en las que permanecen la mañana y la tarde. Es el caso de Arturo, Aymar, Kelvin y Dariel, del ensanche Espaillat, y de los seis nietos de doña Rosa Aybar, en Villas Agrícolas.

No muy lejos de allí, Anabel Perdomo, de 25 años, y residente en el Simón Bolívar, aprovechó para lavarse la cabeza frente a su casa con una cubeta, y así “matar dos pájaros de un tiro”.

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“Poca ropa”

Dejando de lado el pudor o quizás atendiendo a las recomendaciones de Meteorología,  vecinos de sectores populares optaron ayer por vestir poca ropa, por las altas temperaturas. Los hombres  se mantuvieron con el pecho descubierto y los niños  andaban mayormente desnudos. Algunas de las señoras, un poco más conservadoras, vistieron   los pantaloncitos cortos y las blusas tipo “tubo” que tanto critican a las  jóvenes.