La lista de términos afines es larga, pero más vale que examinemos sus significados, pues cada uno de estos prójimos supone, de parte nuestra, tratamientos distintos, todos estos por ley o mandato divino.
Los que hacen políticas migratorias y de desarrollo turístico deben tener estos conceptos bien claros. Igualmente los que critican o fomentan la presencia de “no dominicanos” en nuestro territorio.
No basta hablar con términos piadosos, supuestamente cristianos; hay que familiarizarse con sus significados bíblicos, y con sus consecuencias sociológicas y políticas de tipo migratorias.
Los dominicanos debemos ponernos claros en nuestras actitudes respecto a los extranjeros, para que por ignorancia y blandenguería no confundamos ser buen cristiano y buen anfitrión con el “complejo de Guacanagarix”.
Todos debemos saber actuar con discernimiento y responsabilidad respecto a los problemas asociados a la inmigración.
A menudo no sabemos diferenciar entre un extraño y un vecino, quien según la frase es: “…tu hermano”.
Pero ocurre que “cercano” no es necesariamente el del apartamento del lado, sino alguien que vive en otro lugar, que sí está siempre disponible para escucharte y ayudarte.
Un vecino ruidoso, irrespetuoso es la peor plaga que se puede tener todo un barrio.
La Biblia manda a ser piadoso con los extranjeros, pero se refiere a aquel que vive contigo, que trabaja contigo, te sirve o te ayuda. No unos que llegan en masa y desordenadamente a tu país, y amenazan tu cultura y ordenamiento social y económico.
Entre los extraños están también los refugiados, turistas, visitantes, expatriados, expulsados, exiliados. Y también los ahuyentados y “afuereados”.
La pregunta es: A qué vienen, y por cuánto tiempo. Mi padre solía decir: Cuanto más corta la visita, mejor es el trato recibido.
Como dominicanos, mayormente creyentes en Jesucristo, el compromiso es enorme: “Tener cuidado de los extranjeros”, especialmente si son pobres y necesitados.
Los inmigrantes miseriosos no lo saben o no lo piensan; porque tan solo procuran sobrevivir; pero solo mientras dure su miseria. Pero los dominicanos sabemos que a la larga los haitianos vienen a “su tierra”, a su pedazo de isla perdido.
“No pervertirás la justicia debida al forastero, ni al huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda”. O sea, el extranjero en esta cita es uno indefenso: comparable al pobre, al huérfano, a la viuda… A este se nos ordena protegerlo: al que te sirve, al aplatanado, al que te conoce y te respeta, al nacido entre tu familia…y que: “… (Igual que tu) guardaréis mis estatutos y mis leyes y no haréis ninguna de estas abominaciones, {ni} el nativo ni el forastero que reside entre vosotros (Levítico 18:26).
“Una sola ley habrá, una sola ordenanza, para vosotros y para el extranjero que reside con vosotros”. “El extranjero que resida con vosotros os será como uno nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto…” (Levítico 19:34).
Véase que se trata de extranjeros “aculturados”. No de extraños, invasores en masa o de gentes de costumbres distintas.