Veinte años de protagonismo estadounidense en O.Medio, pero poco que celebrar

Veinte años de protagonismo estadounidense en O.Medio, pero poco que celebrar

Washington, (EFE).- Dos décadas después de que el presidente estadounidense George Bush cerrara con aire triunfal la Conferencia de Madrid, los escasos avances del proceso de paz entre israelíes y palestinos han hecho mella en la credibilidad de EEUU como mediador. Estados Unidos ha visto pasar cuatro presidentes desde aquel 30 de octubre de 1991, en el que Bush padre se atribuyó el mérito de haber sentado a las dos partes a una misma mesa por primera vez desde la fundación del Estado de Israel, en 1948.

Todos sus sucesores en la Casa Blanca aceptaron el principio de «paz por territorios» establecido en aquella cumbre, y todos buscaron, con poco éxito, mantener negociaciones directas entre las dos partes durante el tiempo suficiente para lograr avances en los temas más espinosos. Los infructuosos esfuerzos diplomáticos de Bill Clinton y la complicada estrategia de George W. Bush, basada en la tesis de que establecer democracias en otros países de la región suavizaría las tensiones en Jerusalén, dejaron a Barack Obama una herencia repleta de negociaciones frustradas.

Con la excepción del intento de reiniciar las conversaciones en septiembre de 2010 y el esperanzador discurso de Obama el pasado mayo, en el que proponía las fronteras de 1967 como punto de partida para las negociaciones, la Casa Blanca ha optado por mantener un perfil bajo en su relación con Oriente Medio. Mientras, la ofensiva diplomática lanzada por Palestina en la ONU en septiembre pasado, ante la férrea oposición de Washington, ha reforzado la idea de muchos analistas de que, veinte años después, Estados Unidos es el eslabón más débil del Cuarteto de Madrid que comparte con la Unión Europea (UE), Rusia y la ONU.

 «La Conferencia de Madrid fue la cima de la influencia estadounidense en Oriente Medio. Hoy, Estados Unidos sigue tratando de hacer lo mismo que en 1991, pero su capacidad de maniobra es mucho más reducida», dijo a Efe Nathan J. Brown, profesor de Relaciones Internacionales y experto en Oriente Medio de la Universidad George Washington.

 La región que Estados Unidos trataba de cambiar hace veinte años estaba libre de algunos actores que hoy son clave y cuyo discurso antiamericano ha trastocado el equilibrio de poder, como el régimen iraní de Mahmud Ahmadineyad o el movimiento islamista Hamás, que gobierna Gaza desde que tomó el control del territorio en 2007. La negativa de Washington a reconocer al Gobierno formado por esa organización, incluida en la lista negra de terroristas del Departamento de Estado, alejó aún más a la Casa Blanca del liderazgo palestino en Ramala, que vio además desaparecer la ayuda económica estadounidense durante el resto del mandato de Bush hijo.

El último gran intento de Estados Unidos de acercar a las dos partes fue la conferencia de Annapolis (Maryland) en noviembre de 2007, cuando el mandatario republicano trató de tomar el relevo de la fallida cumbre de Camp David auspiciada por Clinton en 2000. La conferencia se basaba en la idea del entonces secretario de Estado, Colin Powell, de crear una «hoja de ruta» para la paz, pero la nueva estrategia estadounidense en la región tras el 11-S terminó por marcar el tono de la reunión, en la que Bush intentó crear unidad entre las partes al presentar a Irán como un enemigo común.

 El papel como mediador de Estados Unidos, cuestionado por sus fuertes lazos con Israel, se ha desgastado además por su incapacidad de lograr avances en los tres temas clave para ambas partes- la capitalidad de Jerusalén, el derecho de retorno de los palestinos a su tierra y la vuelta a las fronteras de 1967. «En gran medida, Estados Unidos ha estado más preocupado por las distintas modalidades para negociar un acuerdo de paz que por el contenido que debe tener ese acuerdo», aseguró Brown, para quien un Washington realista sólo puede aspirar a «gestionar» el proceso de paz, pero nunca a resolverlo.

 No obstante, como señala un reciente análisis del Instituto Cato, un centro de estudios independiente, son aún «muchos» los elementos de los Gobiernos israelí y palestino interesados en mantener a Estados Unidos vinculado al conflicto, aunque cada vez se perfila con más fuerza la alternativa de Europa. Veinte años después de lanzar las negociaciones directas, Washington se enfrenta a la disyuntiva de mantenerlas como única vía hacia la paz o decidirse a reorganizar las piezas en un tablero en el que Palestina, cansada de esperar, ha decidido mover ficha en la ONU. EFE

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