Veintiuna pizcas de sensatez

Veintiuna pizcas de sensatez

1

Aquello de lo que huyes termina por perseguirte como una sombra dondequiera que vayas, sin darte tregua jamás.

2

Hay que saber renunciar a tiempo a ciertas cosas, a ciertas relaciones, a ciertas personas. Toda renuncia es dolorosa, pero la ventaja del renunciamiento oportuno compensa el dolor por el objeto al que se renuncia. Por eso un anciano monje eremita cristiano observaba: “Aquello a lo que no renuncias acaba por causarte una gran intranquilidad”.

3

No se harta la vista de ver ni el oído de oír, ni el cuerpo de desear y apetecer, ni el alma de sentir, ni el ego de envanecerse. Y no se harta uno de ser uno mismo.

4

Cuando eliges una manera de vivir, sabes o debes saber el precio que te costará. Es inevitable que pagues un precio por ello. Y no hay excusas. En esto consiste ser honesto contigo mismo. Al elegir un modo de vida determinado cargas con las consecuencias de tu elección. Te expones a toda suerte de riesgos, a rechazos e incomprensiones; te sometes al escrutinio y la mirada pendenciera de los demás; te ganas enemigos y adversarios gratuitos. Y ya no puedes seguir echándole la culpa de todo lo que te pasa a otros: la pareja, los padres, la familia, el jefe, los políticos, la sociedad, el mundo. Te quedas sin pretextos. Pagas el precio de ser tú mismo.

5

Los racionales, que no creen más que en su cerebro, opinan que los sentimentales no pueden creer más que en sus emociones. Olvidan que la emoción es también un argumento.

6

Si lo que en mí siente está pensando, como escribe Pessoa en un conocido poema, ¿lo que en mí piensa está sintiendo también?

7

Sentir. Y después de sentir, disentir.

8

El lenguaje se deteriora, las palabras pierden su valor, se deprecian. Pero solo porque antes se ha deteriorado el ser humano en sociedad. No hay deterioro del lenguaje que no empiece por ser deterioro humano y social.

9

El lenguaje como mistificación de la realidad. Llamar a las cosas por su nombre cuando se trata de otros y por otro nombre cuando se trata de uno. Ejemplos para ilustrar: el crimen, la tortura y el terror.

10

Imposibilidad práctica de la tolerancia. Los demás nos toleran solo si somos como ellos. Toleramos a los demás solo si son como nosotros.

11

Siempre imaginamos que los otros son o deberían ser como nosotros. Lo medimos todo según un ideal que solo existe en nuestra mente y juzgamos a los otros según ese ideal. Lo que no se le ajusta lo condenamos sin más y lo que parece ajustarse lo aprobamos. Y es natural que así sea, porque en el fondo nos sentimos y creemos el modelo a seguir. No hay vida que no se sienta el centro del universo, ni ser humano que en sus juicios sobre los otros no se crea la medida de todas las cosas. Jamás se nos ocurre pensar que los otros también tienen su propio ideal conforme al cual nos juzgan.

12

El problema con la actualidad es su tiranía, lo arbitraria y despótica que puede resultar, su pretensión de ser lo único que cuenta, su imperiosa necesidad de imponer a toda costa sus propios valores, su chantaje.

13

Tan evanescente y fugaz como ella es y, sin embargo, pretende convertirse en criterio de verdad y único punto de referencia de todo lo real.

14

Ventaja de ver las cosas desde fuera. Desde dentro se ven distintas. Se tiene los detalles, pero escasea la visión de conjunto.

15

Pensar en un país como este: equivocarse, extraviarse. Pensar aquí y ahora: desperdiciarse, malgastarse. Ir esencialmente a contracorriente.

16

Escribir: acto solitario, reflexivo y estético por el que uno pretende justificar su existencia. Publicar: acto social y del todo superfluo por el que uno complace su vanidoso ego. Y, sin embargo, escribo y no dejo de escribir. Y algo peor: publico.

17

En el fondo, de lo que se trata es de explorar las infinitas posibilidades de la vida y de aprovechar las experiencias de calidad que nos brinda, que no son muchas. Y tal vez de nada más.

18

Me sentía desventurado por una ilusión rota. Una joven amiga poeta vino a reconfortarme: “¡Déjalo ya! ¡Déjalo ir! El mundo es una infinidad de cosas y una se busca una infinidad de problemas”.

19

Paradojas. El arte existe para corregir la vida, para ordenar su caos, para enmendar su imperfección, su carencia esencial, su falta de plenitud. Si la vida fuera plena no haría falta el arte. Pero tampoco podría ser plena sin el arte.

20

Lo más difícil de todo es tener que luchar todo el tiempo contra los prejuicios, los estereotipos, los lugares comunes, la superchería de la gente, las palabras que nada dicen y nada significan, los falsos ídolos de una “época de cambios” que se resiste al verdadero cambio.

21

El viejo escritor aconsejaba no dejarse invadir por el mundo exterior. Pero afuera siempre está la vida, la acción, el azar, el asombro, la ciudad con su caos y su ruido infernal, la gente con su rosario de penas y angustias, ese maldito otro que me fastidia la existencia. Afuera está mi yo solitario, desgarrado y escindido, invadido por el mundo.

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