Vela Zanetti, una larga aventura plástica

Vela Zanetti, una larga aventura plástica

Llegó solo a República Dominicana, en octubre de 1939 y ese año expone sus primeras obras en el Ateneo Dominicano con el título ‘Estampas Españolas´´, señalando ya desde el inicio, una asombrante diversidad de métodos de ejecución que evidencia el conjunto de su obra, sobre todo su impresionante destreza en el dibujo.

“Mi vida es una larga aventura ,que pasa por el campo de concentración,en una Francia , enloquecida de miedo,desde dónde marché a Burdeos, por la obsesión de vivir en un puerto de mar,porque siempre es más fácilla huída, aunque sea de fogonero en un barco”.

Con estas palabras, Vela Zanetti confirma la idea cervantina del imaginario en la errancia, en el viaje, en el movimiento permanente del hombre libre buscando la ejecución de sus sueños, pero también la idea bíblica de la huida de la tierra santa…como éxodo espiritual.

Vela Zanetti sale al exilio con los colores de la distintas gamas de las tierras castellanas, ocres y negras con una tendencia obvia hacia la condición humana que va a resaltar en el conjunto de su obra y en sus etapas internacionales .

Sale de Castilla con una ética humanística nutrida de las enseñanzas de amor, compasión, generosidad y entrega alimentadas por una gran conciencia judeo cristiana al servicio de la paz y de la justicia social.

En 1933, la Diputación de León le otorga una beca para viajar a Italia, estudiar los grandes maestros del Renacimiento, conociendo directamente los frescos de Florencia, ciudad mítica del clasicismo italiano lo que instrumenta a Vela de una maestría clásica y formal hacia el muralismo.

Condición que encontramos con una matizada expresión contemplar en la obra de 1946 sin título que expone una mujer sentada y recogida en posición de abandono, cubriendo su pena y pobreza en un manto o manta que obviamente nos regala un guiño inconfundible con las indias mejicanas y a la cosmovisión social de Orozco.

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Anterior a esta obra, los dibujos de 1930 expresaron una mística surrealista tanto en “el dedo” en su señalamiento direccional, con la desproporción surrealista donde la mancha negra que cubre la media faz del rostro humano, alegóricamente espiritual, compartido con el negror en la mano, nos llaman a una lectura mesiánica del camino espiritual en la vida.

“El hombre caminando ‘en un ángulo triangular, como medido, con un cuadrante de compás, parece envuelto en la vergüenza, el arrepentimiento o la duda, pero la señal del ángulo nos evoca la inseguridad del destino humano.

Es Hombre en el suelo que evidencia la conciencia mística del artista pues cuando encontramos la estrella de David en una escena de hombre caído ; imposible ignorar los acontecimientos de los años 30,prenunciadores del holocausto…

En ´´La última cena´´, la cromática nos envuelve en una atmósfera social y religiosa, claramente anunciada por el título, interpretado por siete personajes que rodean a un Cristo hecho hombre seguido por discípulos en posiciones de oración. Estamos frente a una obra mayor que concentra toda la fuerza social del artista , con la optimación del pan-hostia antes de ser repartido .La comunión está en el recogimiento religioso de los personajes. El dominio de la luz vence la cromática oscura y toda la genialidad concentra en la luz en un conjunto visual donde predomina el negro es decir la oscuridad creando una metáfora plástica que enciende el círculo del pan en las manos del hombre-Cristo símbolo de sabiduría amparo y conformidad.

En su composición, esta obra intensifica la identidad y singularidad excepcional de Vela Zanetti en la pintura. Los discípulos señalan sus características con mucha expresividad realista lograda en la caída de las mejillas, en las bocas calladas y en las miradas concentradas en un estado místico de la celebración, como comunión humana con Cristo.

La composición espacial de la tela es impecable en su distribución de los sujetos. El jarro de vino en el centro de la mesa nos lleva a la gran pintura española del siglo 16 y 17 y la focalización en el jarro nos memoriza a Zurbarán, teniendo en la figura de Cristo, una elevación de la imagen Santa que nos conduce en sus trazos negros y alargados al recuerdo de las figuras del Greco.

En Vela Zanetti, los sujetos y los temas son esencialmente de tradición ibérica y la representación figurativa impera sobre toda praxis precubista y futurista ,pero obvio que toda representación humana en Vela Zanetti asienta volúmenes contundentes de gran señalamiento en las musculaturas de los personajes, que, en las manos y los brazos destapan una cierta afectación geométrica de corte cubista.

Las miradas humanas son dignas de mucha atención. En la obra sin título de 1957, las dos marchantas criollas, de semejante vestimenta con amplios vestidos blanco y pañoletas, confieren un referente antropológico de la ropa blanca, expresión de la cultura religiosa sincrética popular. El color se caracteriza en las cubetas de frutas con un ordenamiento preciso como si cada una de ellas llevara un bodegón, una en sus brazos y la otra erguido en su cabeza.

En las cubetas se destaca el color y esto , lo podemos considerar como el aporte de la luz y del paisaje que el trópico aportó a los artistas españoles. Así como la mirada de las marchantas contiene la memoria de la condición de la a mujer negra, en ´´La contemplación´´l a mujer criolla transmite una expresión de lo más hondo de su sicología ,con una mirada abierta en un rostro concentrado en los rasgos de la mujer que el artista logra con efectos de relieves en la frente, en la nariz y en las ojeras que hacen que la obra tenga un efecto visual volumétrico.

Los antebrazos y las manos se imponen como soportes y pilares de la vida. El trabajo anatómico tiene aquí una fuerza descomunal y desproporcionada.

El marrón del fondo del cuadro conjuga unos matices cromáticos con la tez del sujeto humano, matices del marrón y del negro que Vela Zanetti mantuvo en toda su obra. Este artista crea y pinta con movimiento y el color evoluciona con esa misma dinámica.

Vela Zanetti representa a las figuras campesinas con puño y gesto castizo en el trazo y en la expresión que logra con recursos cromáticos reducidos al negro y al blanco, pero con una justa y precisa medida en esas pupilas y retinas y en tensión de los labios apretados en el hombre, y en la sonrisa alargada y callada de la mujer.

Estamos frente a una estampa que convoca al pueblo de las Españas con gorra y pañoleta en un dibujo llevado líneas directas en el pincel matizando luces y sombras con un aguado apenas perceptible.
En otro cuadro, el mismo pastor está escenificado con una profundidad de vida en el labio inferior, con un toque rojo que resalta y subraya el bienestar de su condición rural en un decorado campesino llevado a una imagen de Edén reencontrado con el símbolo presencial del ovejo y del cordero , bajo un firmamento azul cubriendo la Meseta castellana.

Los dos bodegones, reseñan de nuevo la factura de herencia clásica del siglo 17, con un hiperrealismo envuelto con voluntad escenográfica en el espacio, haciendo que estas dos obras dialoguen con las luces y las sombras , determinantes en las variaciones cromáticas de cada una de ellas. En el más oscuro el fondo confirma un espacio indefinido e indefinible donde el artista deja la duda del lugar, como si los objetos sobre la mesa fuesen símbolos de una realidad perdida.

En el segundo, estamos en una casa rural, con la pared en pérdida de adobe y el candil y la hoz como señal de trabajo, la misma mesa con el pan campesino y el racimo de uvas posado para transmitir de nuevo los objetos de la comunión. Sin tener de manera voluntaria concepto de díptico estos dos bodegones son una eficiente síntesis de la factura pictórica de Vela Zanetti, un trabajo de los contrastes de luz único con dimensión de los cásicos flamencos, una disposición espacial en la composición que solo este artista supo ejecutar con un precisión de orfebre tanto en sus impresionantes dimensiones para murales , como en sus pinturas más personales.

Su bagaje intelectual y visual ya era muy sólido a su llegada. Entendemos en estas obras que imperó en él primero una referencia a los clásicos que anticipa sus experiencias a partir de las vanguardias europeas.
Hoy, en el Centro Cultural de España recibimos a un maestro que, gracias a la bondad y generosidad humana de Don Antonio Caro Álvarez y Don Julio Ortega Frier, ofreció al mundo una obra excepcional, por encima de las hostilidades ideológicas. Solo el arte y a cultura preserva lo humano. Esta exhibición es un ejemplo.

No se pierdan la visita guiada del jueves 9 de febrero, a las 7p.m., en el Centro Cultural de España.

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