Ven y sígueme

Ven y sígueme

POR LEONOR ASILIS
Seguimos en tiempo de adviento, tiempo de conversión. Conversión que no es otra cosa que cambiar de camino, de elegir el camino que nos lleva Jesús. Bello en verdad, a pesar de los sufrimientos a que podamos estar sometidos, porque todo en él cobra sentido si es llevado con la paz y mansedumbre que nos enseñó el Maestro.

Si vemos la profundidad de las siguientes palabras tomadas de una  catequesis, seguramente nos dejaremos seducir por ellas por la verdad que encierran: “El Evangelio nos revela la raíz de toda espiritualidad y nos enseña que ser discípulo de Jesús es seguirlo, y que en eso consiste la vida cristiana. Jesús exigió fundamentalmente el seguimiento, y todo nuestro cristianismo se construye sobre nuestra respuesta a esta llamada. Desde entonces, la esencia de la espiritualidad cristiana es el seguimiento de Cristo bajo la guía de la Iglesia.

Todo cristiano sabe lo que es la conversión: adecuarse a los valores que Cristo enseñó, que nos arrancan el egoísmo, la injusticia y el orgullo. Sabe también que la conversión es el fundamento de toda fidelidad cristiana en la vida personal, en el apostolado o en los compromisos sociales, profesionales y políticos”.

Un camino lleno de amor, de perdón y comprensión.

Por eso, en este tiempo especial de adviento, la Iglesia nos invita a esmerarnos en estos signos del Reino de Dios para que lo vivamos desde esta tierra. Tiempo de unión entre los hermanos, de encuentro y reconciliación, de búsqueda y ayuda hacia el hermano necesitado, de oración.

Considerando oportunas las siguientes preguntas que encontramos en una guía de meditación las transcribimos para que cada uno de nosotros podamos examinarnos interiormente y ver en que dirección andamos, si por los caminos del mundo o por el único camino que es la verdad y la vida, Jesús de Nazaret, Salvador del mundo.

¿Es Dios quien inspira mi vida o, por el contrario, me interesan más otras cosas: el dinero, el placer, la fama,…? ¿Creo a veces en supersticiones, espiritismo o magias?

¿Rezo con frecuencia a Dios? ¿Me acuerdo de ofrecerle los trabajos, los dolores y los gozos de cada día? ¿Le pido ayuda para vencer el mal?

¿Amo su santo nombre o llego incluso a blasfemar cuando las cosas no salen como yo quiero?

¿Participo con gusto en la Eucaristía todos los domingos, reconociendo que es el Día del Señor o falto cuando me da la gana? Si normalmente voy, ¿lo hago sólo por el mero cumplimiento de una norma?

¿Me preocupo de crecer en la fe en Dios: formarme como cristiano, manifestar ante los demás que lo soy?  

Principio básico: ¿Trato a los demás como quisiera ser tratado por ellos o utilizo a las personas según mi conveniencia?

Familia: ¿Cómo vivo el trato con mis familiares? ¿Busco en casa amar a quienes me rodean y darles satisfacciones?

Afectividad: ¿He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza o me he dejado llevar por los pensamientos y los deseos impuros?

Trabajo: ¿Lo concibo como un medio de ayudar a los demás o sólo busco mi propio provecho? ¿Me dejo llevar por la pereza?

¿Soy sensible a las necesidades de quienes tienen menos que yo o me despreocupo por completo de enfermos, pobres, ancianos, inmigrantes…? ¿Qué hago con las cosas materiales que me sobran?

¿He robado o deseado injustamente las cosas de otros? ¿Me dejo llevar por la envidia?

¿Soy fiel a la verdad en las relaciones con los demás o me dejo llevar por las mentiras, las murmuraciones, los juicios infundados? ¿Procuro guardar la buena fama de los otros?

Cuando me enemisto con alguien, ¿me dejo llevar por el rencor o el deseo de venganza? ¿Me cuesta perdonar?

¿Actúo normalmente en conciencia o me dejo llevar por otros móviles como el miedo o el qué dirán…?

 Digamos con San Pablo, Todo lo puedo en Cristo y animémonos a seguirle en el único camino que nos lleva a la Verdad y a la Vida.

Leonor.asilis@verizon.net.do

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