Nuestra judicatura cuenta con muchos jueces probos, responsables y comprometidos con ejercer su función en base a nobles principios. Sería pecado no reconocer ese valor que se pone de manifiesto cada día, a través de actos y sentencias de incuestionable justeza. Pero desde que se inventó la excepción, la regla ha tenido que lidiar con la tara de aquellos que se apartan de la verticalidad y se convierten en estímulo del delito o se benefician del mismo en franca deserción de sus deberes.
El presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, está en lo cierto cuando afirma que el incremento de la delincuencia le debe mucho a los jueces que benefician con sentencias benignas a personas que están en riña con la ley. Esos magistrados, que encajan en una minoría digna de censura. tienen mucha responsabilidad en el elevado índice de reincidencia delictiva que se registra en el país. Sus actos abonan un estado de cosas que tiene a la sociedad aterrada y a la defensiva.
Contra la venalidad hay que luchar desde cada una de las instancias comprometidas con la evaluación, selección y vigilancia de las personas que han de desempeñar la función de juez. Hay que acogerse a la premisa de que la lucha contra el delito no alcanzará el éxito necesario mientras la conducta de algunos jueces sea una especie de indulgencia para con los que violan la ley.
Jornada contra el feminicidio
La jornada de luto contra el feminicidio, que tendrá lugar hoy en la explanada frontal del Congreso, debería ser una de las más contundentes expresiones de repulsa contra esta práctica horrorosa que se ha generalizado entre los dominicanos. El número de mujeres muertas por parejas y ex parejas en lo que va de año es demasiado grande para quedarse en la simple reseña periodística de los casos.
El país no ha logrado articular políticas que logren desterrar el machismo salvaje de la cultura de una parte de los dominicanos. Ni siquiera ha creado medios efectivos para proteger a la mujer amenazada por su compañero. Todo se queda en el asombro que produce cada nuevo caso de feminicidio. Ante esas carencias, la sociedad tiene que dejar sentir su grito de dolor por tanta sangre derramada y su indignación por el fracaso de las políticas públicas para contrarrestar esta tendencia.