Vende computadoras sacadas basurero

Vende computadoras sacadas basurero

POR GERMAN MARTE
Luís Alberto Ramírez vive del vertedero de Duquesa, en Santo Domingo Norte, pero no se considera un «buzo» cualquiera: su especialidad es la «basura electrónica»; se encarga de rescatar y comercializar viejas computadoras que otros consideran inservibles, y con esto consigue lo suficiente para mantener dignamente a su esposa y sus tres hijos.

Aunque no ha hecho nunca un curso de reparación de computadoras, es capaz de desarmar y reparar cualquier equipo que luego revende a «buenos precios».

Con satisfacción, pero al mismo tiempo con humildad, Luís Alberto afirma que es «graduado en la Universidad de Duquesa», y gracias al conocimiento adquirido en este –para muchos- despreciable lugar, hay semanas en las que no consigue nada, pero hay otras en las que logra producir hasta RD$10 mil, más de dos veces el salario mínimo promedio, cumpliendo un horario de diez de la mañana a cinco de la tarde.

«Este es un oficio que me convino aprenderlo, porque ahora mismo estoy viviendo de eso, y mantengo a Euri, Drenin y Eri (sus tres hijos) y a Marianela, mi esposa; a mi mamá, y de vez en cuando un par de botellas de ron o de cerveza», explica entre risas, y agrega que con este negocio gana más que cuando trabajaba en tiendas y en otras empresas donde nunca llegó a devengar un salario superior al mínimo.

Explica que mucha gente vota las computadoras por cualquier sencillez, «entonces yo las agarro, las reparo, arreglo los monitores, les instalo Windows, Power DVD para ver películas, las ensamblo y luego las vendo», explica Luís Alberto sentado sobre un monitor en su «oficina» debajo de un árbol a la orilla de la carretera que lleva al vertedero.

Vende las computadoras a precios asequibles para gente, «yo la vendo cinco, seis hasta ocho mil pesos, todo depende de la capacidad de la máquina, depende del disco duro, de la memoria».

En su opinión, a Duquesa llega tanto desperdicio de computadoras debido a los bajos precios de estos equipos, por lo que mucha gente prefiere comprar uno nuevo antes que reparar un viejo.

«Ya un máquina Pentium III se le daña o disco duro o el CD-ROM y llega aquí completa, porque la gente dice yo voy allí y doy RD$1,500 por un CPU y tengo un equipo nuevo, entonces boto esa», explica con satisfacción, porque sabe que en esta tendencia de las personas radica el éxito de su «empresa».  Indica que ya es común encontrar en el vertedero equipos de informática, «yo mismo en encontrado Pentium II, Pentium IV hasta Laptop, aunque no muy modernas. Aquí llega el board, la memoria, el disco duro y todo eso yo lo agarro, lo junto, lo pruebo y muchas veces me salen buenas, las que salen malas las reparo».

Hace más de ocho años que este hombre de 30 años llegó a Duquesa a «buscársela» y  como tantos otros comenzó recogiendo lo que podía para luego revenderlo. Muy pronto descubrió que las computadoras tenían una buena cantidad de aluminio y cobre, metales de gran demanda, por lo que se fue inclinando por estos aparatos y hace tiempo que se especializó en esta rama.

El negocio marcha bastante bien, tanto que en ocasiones sirve de suplidor a quienes venden computadoras usadas en el mercado de «las pulgas» que funciona en la avenida Luperón.

Su ojo clínico le permite distinguir «al vuelo» cuándo se trata de un cargamento proveniente de una empresa o de talleres de reparación, «si viene de una compañía, de cada cien monitores, se puede conseguir hasta 47 buenos, el resto es desechable. Pero si es de un taller que viene, no hay nada que buscar, ya eso es para metales, si los iba a comprar a RD$50, se los compro a RD$20 cada uno».

Cuando no hay posibilidad de reparar los equipos, entonces se procede a «destriparlos», par extraerle el aluminio y el cobre para venderlos por libra. Así de cien monitores viejos se pueden producir hasta RD$5 mil en aluminio y cobre.

Pero ignora que al ejecutar esta labor arriesga su salud al entrar en contacto con productos tóxicos como el niquel cadmio que es cancerígeno. Esa no son sus preocupaciones, su misión es conseguir dignamente el sustento de su familia.   Al margen de los riesgos a que se expone, Luís Alberto se siente orgulloso de formar parte de una generación de «buzos» que hacen posible la existencia de verdaderas empresas del reciclaje especializadas en la denominada «basura electrónica» que con el paso de los días sigue llegando al vertedero de Duquesa de más en más, sobre todo con la entrada masiva de computadoras de vida útil corta, incluso algunas que ya han sido descartadas por grandes empresas en los países donantes.

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