Vendedoras hispánicas de Avon pueden llegar a salvar la empresa

Vendedoras hispánicas de Avon pueden llegar a salvar la empresa

Texas es grande. La mañana de Isabel Hernández es más grande todavía, no tiene ni un centímetro de su agenda diaria libre cuando suena el teléfono. Una de sus clientas se quedó directamente sin aceite para baño. Hernández da una vuelta de 180 grados en la autopista y se dirige a la casa de Velma Aguilar.

“¡Hola!” saluda al llegar a la casa estilo rancho de Aguilar en McAllen, la ciudad del Valle del Río Grande a ocho millas (12 kilómetros) de la frontera mexicana. Las dos se abrazan. Durante los siguientes 30 minutos, sentadas una junto a la otra en un sillón de cuero, Hernández va llevando a la maestra de jardín de infantes retirada hacia una orden por US$102,83 de aceite para baño y cremas en su carácter de poseedora de la tarjeta de miembro de la brigada de labiales y maquillaje que viene recorriendo barrios de los Estados Unidos desde 1886.

Hernández, de 39 años, ha sido nombrada recientemente vendedora de Avon. Cuesta imaginar una corporación estadounidense y una persona que se necesiten mutuamente más.

La corporación se está derrumbando: su fuerza de ventas peripatética se contrajo hasta unas 300.000 desde un pico máximo de 600.000 en 2004. El valor de mercado durante ese mismo lapso cayó unos tres cuartos hasta US$5.000 millones, y la acción bajó 36 por ciento este año. Los cargos por mala gestión y una investigación china por coimas que derivó en que Avon aceptara pagar US$135 millones en reclamos civiles y penales no son más que el punto de partida para explicar el desastre.

Las mejores posibilidades para Avon parecen estar en lugares como McAllen, una ciudad con una expansión minorista bordeada de palmeras que este verano fue noticia como destino de un número sin precedente de niños no acompañados que cruzaron ilegalmente a los Estados Unidos. Los 137.000 residentes legales de McAllen son en un 85 por ciento hispánicos. Los 10 distritos más importantes de Avon en los Estados Unidos son en su mayoría hispánicos. Casi un tercio de las representantes de ventas de alta gama y reclutamiento son hispánicas. Hernández es hispánica.

Si la empresa se hubiera concentrado antes en sus clientes hispánicas, podría haberse evitado algunos problemas, dijo en una conferencia en febrero Pablo Muñoz, presidente de Avon Norteamérica.

Entra Hernández. Tiene tres hijos –de 16, 8 y 4 años- y un marido, Cristino, de 53 años, que conduce un camión. Viven en una modesta casa de tres dormitorios con un parque grandísimo. Los ingresos familiares alcanzan US$35.000, de los cuales sólo unos miles provienen de Hernández en este momento. La suma total no llega muy lejos ni siquiera en el extremo de la bota del polvoriento Texas.

Más aún, Cristino tiene diabetes. Toma medicación en forma de comprimidos para su enfermedad. Hernández teme que si los médicos deciden que necesita inyectarse insulina Cristino pierda su licencia de conductor. Una junta médica debería analizar su caso.

Más allá de esta eventualidad alarmante, Hernández dice que su marido ya no sabe cómo hacer para llegar a fin de mes.

El plan es que un día se sume a su esposa como socia en su naciente emprendimiento en Avon. Con apenas un año en la actividad, Hernández gana unos US$100 cada dos semanas, de modo que hay mucho trabajo por hacer antes de que la empresa pueda ser un sostén familiar.

“Quiero hacer lo que sea bueno para mi familia”, dice a través de una traductora. Hernández no habla inglés –otras compañeras vendedoras de Avon actuaron como traductoras durante las entrevistas.

Dueña de una cara redonda radiante y unos ojos marrones cálidos, nació en Soto La Marina, Tamaulipas, México, en 1975. Madre sola, llegó a los Estados Unidos en 2002 con su hija mayor, después de dejar un buen empleo como empleada contable con formación terciaria cuando unos hombres armados rodearon su auto para perpetrar lo que ella define como un secuestro por rescate.

Con una visa de turista que utilizaba regularmente para venir a hacer compras, se mudó a McAllen. Su visa y la de su hija caducaron en 2012, lo cual la convirtió en uno de los aproximadamente 1,8 millones de inmigrantes mexicanos indocumentados.

Dijo que está trabajando con un abogado para legalizar su situación.

El hecho de que no tuviera miedo de ver publicados su nombre y sus circunstancias habla de su alto nivel de comodidad en un universo Tex-Mex donde el inglés y el español se entrelazan.

ZOOM

Tacos y tamales

Al comienzo, Hernández preparaba tacos y tamales y los vendía en la escuela de su hija por un dólar. En 2005, se casó con Cristino, un mexicano. Oyó hablar por primera vez de Avon en México cuando fue a ver “El joven manos de tijeras”, la película de 1990 protagonizada por Johnny Depp. La mujer que adopta al extraño joven de Depp es vendedora de Avon. El año pasado, una profesora que es representante de Avon la llevó a la oficina de Silvia Tamayo, la súper estrella de Avon en McAllen.

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