Vendedores en semáforos cuentan sus experiencias

Vendedores en semáforos cuentan sus experiencias

POR ENRIQUE GONZÁLEZ
En la mayoría de los semáforos de la capital y la provincia Santo Domingo aumenta cada día más la cantidad de vendedores que ofertan tarjetas de celulares, frutas, juguetes, ropa, chichiguas y hasta animales domésticos, lo que demuestra que al dominicano no le falta imaginación cuando se trata de buscarse la forma de ganarse el sustento por la falta de empleo.

Alfredo Santiago, de 26 años, es uno de estos vendedores que se ganan el sustento  ofertando gafas a buen precio desde hace dos años en la calle Wiston Churchill, tras comenzar a laborar cuando tenía 14.  “Mis padres se separaron y ya se sabe que cuando un matrimonio se rompe cada uno coge por su lado”, explica para justificar la razón por la cual comenzó a trabajar desde su mocedad.

Ahora tiene un hijo y a su esposa que está embarazada, a quien apenas les puede ofrecer algo que más que un plato de comida porque “la venta de gafas es muy floja, no hay mucho dinero en la calle”.

Como cada vendedor tiene su propia historia, Juancito, otro buhonero de 35 años, también se inició en la venta de fundas desde los 12 años, porque las condiciones económicas lo obligaron.

Su situación tampoco es boyante, pero, al menos, “se consigue para comer, aunque no se puede trabajar sólo para la comida. Hay que pensar en el futuro”.

La difícil situación económica fue también la razón por la que Víctor, de 19 años, dejó el bachillerato para iniciarse en la venta de tarjetas para celulares.

Sus planes para un buen futuro se rompieron hace tres años, cuando tuvo que suspender sus estudios para buscar un sustento familiar para él y su esposa.

Estos y otros vendedores coincidieron en que para ganarse lo necesario tienen que trabajar a diario unas diez horas y algunos dicen que su único progreso ha sido cambiar los productos  que ofertan cuando disminuye la demanda.

 “Mis planes no eran estos. Como estaba estudiando quería tener un futuro que no era éste, pero lamentablemente hasta el día de hoy tengo que seguir en esto para conseguir el pan de mis hijos”, se  lamentó Juancito.

“LA CALLE ES DURA”

Es lo que más creen estos y otros vendedores de los semáforos, porque tienen que  soportar cada día el calor, el frío, la lluvia o el viento caliente y contaminado de la ciudad.  “Hoy no estoy contento porque hace mucho sol, a veces me mojo cuando llueve… La calle es muy dura”, se queja Víctor, el vendedor de tarjetas para teléfono.

Además, lamentan que en ocasiones también tienen que soportar las malas acciones  de algunos clientes que se van a toda velocidad con las mercancías sin haberlas pagado, como dijo Joaquín Valdés, vendedor de skimice.

En su caso, comenzó trabajando en el área de la construcción cuando tenía 15 años de edad,  pero tuvo que buscar una alternativa porque su trabajo se acabó “por culpa del anterior gobierno”.

Junto a él camina Francisco, de 45 años, quien ofrece mangos del tipo gourmet  a RD$35.  Según cuenta, por no tener una educación ha tenido que dedicarse a la venta en la calle, aunque protesta porque “como no hay trabajo hay que hacer lo que aparezca”.

Las condiciones difíciles que soportan cada jornada son peores en los casos de discapacitados, quienes tienen en el semáforo una fuente de ingresos posibles, ya sea vendiendo o limpiando parabrisas.  A muchos de ellos, conforme pudo comprobar este reportero, no les gusta ni siquiera recordar cómo quedaron mutilados o hablar de su situación actual.

La jornada en el semáforo empieza temprano y termina tarde, por lo que la mayoría dijo que si encontraran algo mejor (un buen empleo) lo cogerían.

Sin embargo, lo cierto es que, como creen la mayoría, no anidan ni siquiera  la esperanza de que  esto pueda suceder.

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