Venezuela

Venezuela

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Cuando leo que los gobiernos de Venezuela, de 1960 a la fecha, no han sido capaces de fomentar el cultivo de maíz hasta autoabastecerse de un alimento vital para la dieta diaria, me da mucha pena y rabia.
Cuando leo que Venezuela no ha sabido sembrar el petróleo, como lo pedía el doctor Juan Pablo Pérez Alfonso, creador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo en la década de 1950, me da pena y rabia.
Cuando leo que el pueblo tiene que hacer largas colas para obtener alimentos tales como huevos y un mendrugo de pan, pienso en la abundancia que debe proporcionar la catarata de dólares y euros que ingresa a Venezuela por concepto de la exportación de distintas calidades de crudos, de petróleo.
Cuando leo que el coronel Hugo Chávez convirtió una economía floreciente en una larga fila mendicante para la obtención de medicinas y alimentos, me da pena y rabia.
Cuando veo que necesito ver CNN en Español, Radio Televisión Española, la Televisora de Colombia, para estar mínimamente enterado a medias, de lo que ocurre en Venezuela, me da mucha pena y rabia.
Cuando veo que aquella prensa variopinta, con todos los puntos de vista posibles, con el ejercicio pleno del derecho a disentir, se limita al señalamiento tímido y a la crítica selectiva, me da mucha pena y rabia.
Cuando veo que la disidencia es perseguida y atropellada, oprimida y acorralada, pienso en los versos de Andrés Eloy Blanco: “Venezuela es un país más poblado en el cielo que en la tierra/que el hijo vil se le eterniza dentro y el hijo bueno se le muere fuera”, como le ocurrió, al ser alcanzado por un vehículo que lo mató en Ciudad de México, donde se hallaba en el exilio durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.
Y, aun así, pidió a su hijo: “por mí, no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí”.
Esa grandeza, ese espíritu de lucha por los derechos humanos, por la consagración de la vida es lo que falta hoy.
No tengo a mano los datos del porcentaje de la población con derecho al voto cuando fue electo Presidente de Venezuela el coronel Hugo Chávez, creo recordar que quienes acudieron a las urnas no constituían ni siquiera el 50 por ciento de las personas que sufragaron.
Uno de los primeros detalles que cubrió el chavismo fue crear el voto cautivo de los militares y sus familiares. A la distancia, aunque lo pienso, no puedo asegurar si el voto de cientos de miles de personas, militares y familiares no sea la diferencia.
Mientras, el ejercicio del poder absoluto, como burla al nombre de Simón Bolívar, conduce a Venezuela hacia el abismo.

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