Venezuela: Entre la desgracia
y la democracia

Venezuela: Entre la desgracia<BR>y la democracia

EDUARDO KLINGER PEVIDA
La sociedad venezolana se debate entre la intención de sobrevivir en democracia y la desgracia de los que la desconocen. La realidad latinoamericana hoy nos muestra que no bastan los derechos políticos conquistados, entre ellos el de la libre expresión, hay que extender también, y urgentemente, la democracia a la economía regional. Por desgracia, poco se avanza y nuestra región es considerada la de más grandes desigualdades en el mundo. Venezuela está llevando a cabo una nueva experiencia que, compartamos o no, debemos de respetar. ¿ Triunfará ? No lo sabemos, pero por casi dos siglos otras propuestas fracasaron. El presidente Chávez puede gustarnos o no. Quizás podamos simpatizar con varias de sus ideas pero no con lo rudo de su verbo. Eso puede ser una desgracia pero en democracia no queda otra opción legítima que respetar la voluntad de las mayorías, aunque ellas sean relativas, como en el caso de México.

Voy a referirme al dilema desgracia y democracia que ha generado la controversial decisión gubernamental de no reanudar la licencia de transmisión por tierra a RCTV, la más antigua emisora de Venezuela.

Sobre la decisión oficial se puede estar de acuerdo o no, se puede comprender la decisión o criticarla. Es la virtud de la democracia. No obstante, es una desgracia que se pretenda tomar el hecho como prueba irrefutable de que se ha cercenado la libertad de expresión y se pone en peligro la democracia venezolana.

Todavía es más irracional cuando se sabe que el 94 % de las televisoras venezolanas siguen siendo privadas, así como el 95 % de los medios de prensa escritos y el 98 % de las emisoras de radio. Todavía nos deviene más insólito cuando conocemos que la inmensa mayoría de todos esos medios son altamente críticos del gobierno. A varios medios se le renovó la licencia el mismo día que no se le renovó a RCTV.

En verdad, toda la campaña no responde solamente a reacciones ideológicas viscerales de ciertos sectores sino a la pretensión, de algunos de ellos, a lo que otros le pueden estar haciendo el juego inocentemente, de crear una crisis de gobernabilidad que lleve a la adopción de medidas que servirían entonces para demostrar la vocación dictatorial del chavismo, lo cual pondría en crisis real el escenario de democracia y provocaría una gran desgracia.

El propio señor José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, y quien ha tenido encontronazos con Chávez, ha asegurado de que en «Venezuela no está amenazada la democracia».

En un comentario editorial reciente el FINANCIAL TIMES, crítico de Chávez, decía que «es cierto que RCTV contribuyó a su propia desaparición». E incluso recordaba que Insulza había señalado que «las acusaciones del gobierno de estimulo al golpe no debían ser tomadas a la ligera». Claro, nos van a decir que no importa, los medios de prensa tienen derecho a decir lo que quieran y como quieran o a no decir.

Efectivamente, no hay dudas de que ese es uno de los grandes valores de la democracia. Solo en democracia se puede sustentar la libertad de prensa y ésta debe ser un sostén esencial de la democracia. Vale que nos preguntemos ¿y qué pasa cuando un medio de prensa atenta contra la democracia?

En el caso de Venezuela se ha sobredimensionado el hecho   más allá de que se le critique o condene, o no. Que se diría si Chávez hiciese como el presidente de Honduras que encadena obligatoriamente los medios para transmitir propaganda gubernamental, o si dijese, como dijo Tony Blair hace unos pocos días, que los periodistas «son una jauría salvaje». No he oído críticas y si las ha habido seguro no han sido sobredimensionadas. Como tampoco he oído referencias a las críticas relaciones del gobierno norteamericano con la prensa, o sobre la demanda de periodistas boricuas, hace igualmente pocos días, contra el FBI por abuso de poder.

Ojalá que no se logre acorralar a la democracia venezolana para que no se produzca una desgracia en ese noble y querido país.

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