La República Bolivariana de Venezuela urge un cambio en su inmediatez política, con nuevas figuras que reordenen la desorientación en todos los segmentos vitales, económico, político y de derechos humanos, y que el chavismo sin Chávez ha descarrilado de su trayecto correcto.
Comenzando, que una democracia con presos políticos es una farsa del único sistema político capaz de corregir sus yerros, porque las dictaduras la historia señala que no se modifican, sino que perecen las de derechas por violencia, y por colapso económico las comunistas.
Venezuela dispone de las reservas de petróleo más abundantes del mundo, estimadas en m.d/b/ y no obstante, es el único productor de crudos que presenta insolvencia económica, con la inflación más alta del planeta identificada con 298,300 m b/d/p.
Es el resultado infructuoso del fenecido presidente comandante Hugo Chávez de pretender un liderazgo más allá de su país, en América Latina, con el soporte de dilapidar el petróleo como eje hegemónico, que al reducirse de US$l20 a US$47 el barril, decretó el colapso político y financiero, una estrategia que se denuncia, diseñó el imperio, saturando el mercado spot con el fraking.
La 47 Asamblea General de la OEA que sesionó reciente en Cancún, fracasó en su propósito de condenar al presidente Nicolás Maduro de excesos contra sus paisanos, donde han perecido en protestas cívicas 84 jóvenes, y el dirigente opositor Henrique Capriles lleva tres años preso y 358 presos políticos más.
La fallida condena al inmaduro presidente Maduro impide reencauzar a Venezuela en el orden económico, social y político, perdida oportunidad que vislumbra sombrío desenlace, con la inflación más alta del mundo de 94l% proyectada para este año, y para el 2018 de 2,068.5%, monitoreo de CEPAL, la definición más correcta de un manicomio político.