Venga en Sábado, S.M. Vargas Llosa

Venga en Sábado, S.M. Vargas Llosa

Que se acuse a la República Dominicana de ser un país racista –como lo hizo el señor Vargas Llosa- es más que absurdo. El propósito obvio de los “haitians lovers” es crear un estigma y, acaso, un sentimiento de culpabilidad, que puedan ser utilizados ambos –quizás en forma de certificación, como el asunto de las drogas- para obligar al país a asumir el costo del desastre haitiano. Hay nacionales que por unas cuantas monedas se suman al proyecto sobre dimensionando los vicios criollos a la vez que no miran los extranjeros. Seguramente mientras más culpables se sientan los dominicanos, más fácilmente cargarán con los pecados ajenos. EUA, por ejemplo, “certifica” sobre los países que no combaten –según ellos- de manera satisfactoria  el tráfico de drogas. En esto aplica ciertos criterios ad hoc, de conveniencia circunstancial, como demuestra Peter Schweitzer en su reciente libro Clinton Cash. Por este camino puede amenazar con imponer sanciones –individualmente o con un bloque de “países aliados”- por la persistencia del “problema racial” o la supuesta violación a los derechos humanos. A EUA no se le ocurre, por supuesto, certificar a los países según su lucha contra el consumo de drogas porque… porque no sería político. Por su parte, los demás países del “concierto de naciones” no dejan de ver que Haití y la República Dominicana están pegados… ¡y en una isla! ¡Ah, claro! – No, para acá yo no quiero desorden.- Si Haití hiciera frontera con tres o cuatro países latinoamericanos, la perspectiva del problema fuera muy, pero muy diferente.

Racismo es la discriminación (y habrá que establecer el significado de este término) en función de la raza. Y el aspecto más evidente de la raza es el color. Si la República Dominicana fuera un país “racista”, uno esperaría tener, de un lado, una “burguesía” más o menos blanca, y del otro lado una mayoría, un “pueblo”, más o menos negro. Tipo Sudáfrica, con quien, por cierto, los países “democráticos” tuvieron excelentes relaciones durante la época del apartheid. Lo de más o menos blanco o negro porque es imposible tener exactamente el mismo tono en un color como en el otro. No obstante, la distancia entre un tono y otro no puede ser tan grande como para que uno se confunda con el otro. Los blancos deben ser definitivamente blancos, y los negros definitivamente negros.

Bien, pues ahí justamente es donde está el problema. Aquí no tenemos que ir lejos. Miremos alrededor. ¿Vemos blancos definitivamente blancos y/o negros definitivamente negros? Exactamente lo contrario, vemos distintos tonos de trigueño. Unos un poco más claros, otros un poco más oscuros, porque la población dominicana es preponderantemente mulata, resultado de la mezcla del blanco y el negro. Y, por supuesto, del mulato con el mulato. Del mulato con el blanco, y del mulato con el negro. Es una mezcla de color con vetas. Pero no solamente es el color. Miremos las facciones: el dominicano blanco no tiene los rasgos del norteamericano blanco, o del español. La nariz y la boca finas, los ojos claros, el pelo lacio. La mujer dominicana no es precisamente escasa de caderas y nalgas y sí de pantorrillas, que son rasgos del fenotipo… negro. Pero la cosa no se detiene ahí: agréguele a la sopa rasgos de árabes de todas las procedencias, cocolos, españoles de la Guerra Civil y chinos. Mezcle bien: ahí tiene su cocktail racial: un dominicano.

Los dominicanos, ¿racistas? Ciertamente yo debo haber oído un par de discusiones en que uno le recrimina a otro: – Pero tú eres más negro que yo… ¿Existe el prejuicio racial? Debe ser, como existe en centésima potencia en EUA. Sólo hay que recordar el movimiento de los Derechos Civiles, a Martin Luther King, las Panteras Negras, y el más reciente movimiento de “Black Lives Matter”. Este último es de ahora, de 2016. No hablamos de historia. Por cierto, ¿por qué será que S. M. Vargas Llosa no se ha referido al tema? ¿Falta de tiempo? En el resto de América Latina, ¿no existe el prejuicio racial? Tampoco hay que ir muy lejos, con leer Redoble por Rancas es suficiente. Este libro es de Manuel Scorza, peruano como aquél… Bueno, entiendo que S. M. Vargas Llosa se hizo español… pero vive en Londres. Algo así. ¿Y en Europa? ¿Cuál es el origen del movimiento para sacar al Reino Unido de la Unión Europea (el llamado Brexit)? S.M. tampoco ha tenido tiempo para analizar este fenómeno. Pero, ¿de qué es que nos acusan? ¿Quiénes nos acusan?

Sigamos manteniéndonos cerca: los pómulos de uno de mis hijos son altos y redondeados porque su mamá es mexicana. Mi compadre es mulato-mulato, de nariz ancha, dientes cuadrados y muy blancos y pelo crespo. Mi vecino y amigo de mil años, igual, con las mejillas abundantes y la boca carnosa. En este país, los pocos blancos que se mantienen blancos son los de ascendencia española que –sus razones tendrán- se han mantenido casándose entre ellos. Pero no dejan de ser un puñado y, curiosamente, son los que se han puesto de acuerdo con las organizaciones de los “derechos humanos” para acusar al país de racista. Si sigo describiendo a mis parientes, más si a mis amigos, se me acaba el léxico para retratar la mezcla, la combinación, la fusión, el maridaje, el entrelazamiento, el mestizaje.

Vamos al segundo elemento de la definición: discriminación. Si hubiera racismo fuera de esperar que una posición tan importante como la Presidencia de la República no pudiera ser ocupada por una persona no blanca. No nos vayamos muy lejos en la historia. Aquí, ahora, Leonel Fernández, ¿un vivo representante de la raza aria?, como él mismo se mofó cuando le hicieron una acusación parecida. Danilo, ¿ario? ¿Blanco? Y de ahí para abajo habría que hacer una lista de varias toneladas de peso sobre los mulatos de las mezclas y los tonos más diversos que han ocupado las distintas posiciones en el Gobierno. ¿Cómo es que discriminan “a los negros” en este país? ¿No los dejan inscribir a sus hijos en las escuelas privadas? ¿En las escuelas públicas, según un racismo “estructural” que se inventó la paranoica CIDH? ¿No los dejan entrar a los restaurantes, a los clubes? Innegablemente ha habido eventos muy aislados de racismo individual, que estos mercenarios han querido llevar a escala nacional como cuando una cierta discoteca le impidió la entrada a una joven aparentemente por su tez oscura. Aún más, tengo un amigo más negro que la noche que dice: “en mi casa, negro yo y los calderos”. ¿O sea que víctimas de la discriminación, “los negros” en este país no beben ni bailan en los bares y discotecas? Sufren y no gozan. S.M. Vargas Llosa, venga en sábado a recoger su premio (un premio de mulatos que va a agarrar con la punta de dos dedos y expresión de asco) y vea con sus propios ojos. Y después hable.

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