Venga gente, venga pueblo

Venga gente, venga pueblo

La delegación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), compuesta por Angel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, regresaban al país desde el exilio el 5 de julio del 1961; y Juan Bosch, su líder y presidente, regresó el 20 de octubre, 4 meses y 21 días después del ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo M.

¿Qué trabajo organizativo tan titánico realizaron estos forjadores de conciencia que 17 meses y 15 después de regresar al país, el 20 de diciembre del 1962, ganaban las elecciones por una mayoría tan abrumadora -620 mil votos, para un 58 por ciento- que ese porcentaje hasta el día de hoy no ha sido alcanzado en las elecciones posteriores?

¿Qué capacidad política y de sacrificio tenían estos desconocidos abanderados de la libertad y de la justicia social que en menos de año y medio de ponerse a la cabeza del pueblo reivindicaban el poder para la democracia cuando apenas ese tiempo atrás Juan Bosch se quejaba de que cuando llegó al país pidió ellos, 2 de San José de Ocoa y el resto de la capital?

Recuerdo, como ahora, que yo comencé a trabajar en la sede del PRD inmediatamente se instaló en la calle El Conde número 13, por recomendación de mi padre, Cesario Ventura, a un alto dirigente del partido blanco -de apellido Márquez-, que era compañeros de lucha antitrujillista desde los tiempos del año 1947, cuando militaron en la Juventud Democrática. Yo asistía al licenciado Humbertilio Valdez Sánchez, en el trabajo organizativo y eran tan pocas las personas que subían al segundo piso del viejo caserón de estilo colonial, a afiliarse, que regularmente me retiraba a las luchas callejeras que tenían como escenario la calle El Conde, contra los calieses del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) o contra los paleros de Balá.

El terror que dominaba el panorama político era tal, que para entrar al local del PRD, que fue el primer partido antitrujillista que se instaló -después del Movimiento Popular Dominicano (MPD), que lo hizo en 1960- había que tomar medidas de seguridad y dentro teníamos machetes, piedras amontonadas en los rincones, punzones y otros medios de defensa, porque los calieses y paleros de Balá atacaban con frecuencia los partidos antitrujillistas.

Me quedó grabado para siempre en la memoria cuando el PRD realizó el primer mitin, el 16 de julio, a los 11 días de llegar del exilio; fue una manifestación tan escasa de personas que bien se podía hablar sin micrófono y los manifestantes escuchaban a los oradores. Pero no fue así, porque el enfrentamiento violento entre los mismos manifestantes, algunos blandiendo puñales y punzones mientras se acusaban mutuamente de «calieses», «paleros» o «chivatos», el corre corre de allá para acá y de aquí para allá, no permitía escuchar o poner atención en los oradores de la tribuna, compuestos básicamente por Miolán, Silfa y Castillo. Debajo de una mata del parque, frente al local del partido, discutían agriamente José Francisco Peña Gómez, quien era un desconocido, negro ordinario sin el feeling que después adquiriría cuando ascendiera al liderazgo político, con un exiliado político de los que regresaban al país. El exiliado (Víctor Félix Peguero) acusaba a Peña Gómez de «calié trujillista». Peña abandonó la discusión y cuando dio las espaldas para retirarse del lugar, Félix Peguero sacó del saco que tenía puesto un largo puñal y le lanzó una estocada que si no es por la intervención de un decidido brazo que la bloqueó hoy la historia se estuviera contando de una manera diferente a como aconteció.

Juan Bosch, en su ensayo político en que analiza los acontecimientos y causas del derrocamiento de su gobierno democrático de 7 meses, el 25 de septiembre del 1963, Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana, narra que «eran difícil que en los primeros días -se refiere a la llegada de los delegados del PRD, en 1961- pudieran distinguir entre los que se acercaban quiénes eran calies o espiones de Ramfis y quiénes verdaderos luchadores del pueblo, quiénes iban a ayudar y quiénes a liquidar la semilla de libertad que ellos llevaban al país».

El primer obstáculo que encontró el PRD a la llegada al país fue que el miedo, a pesar de la muerte del tirano Trujillo, no había desaparecido del escenario nacional, más se había acentuado por la incertidumbre del futuro de una sociedad dividida a muerte. El segundo obstáculo, es el atraso político de las grandes masas, producto de un analfabetismo ancestral y de un oscurantismo en el modo de pensar que les inculcó la tiranía trujillista para que no tuviera conciencia de su destino y reclamar un orden equitativo e igualitario.

El tercer obstáculo, era que el espacio político, compuesto por una minoría de las clases medias alta, mediana y una aristocracia que Juan Bosch bautizó como de «primera», emergía controlando los partidos políticos que estaban adquiriendo cuerpos en las luchas clandestinas o contra el trujillismo. Las grandes masas del campo y la ciudad estaban en un estado de postración y pasividad que no les permitía discernir sobre su drama presente y la mecánica para superarlo por un futuro más promisorio.

Juan Bosch y su avanzada política sembraron la semilla de la libertad y la democracia con justicia social, por medio del trabajo organizativo y la paciente educación de las masas, como lo veremos en el próximo trabajo.

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