Verdad, ciudadanos y políticos

Verdad, ciudadanos y políticos

La verdad es el conocimiento, la lectura fiel de la realidad. Por lo que uno tendrá tanta más verdad cuanto más realidad refleje en su pensar o decir.

Sólo la fidelidad a la verdad nos hace libres, nos libera de nuestros subjetivismos, fantasías y voluntarismos, permitiéndonos construir sobre roca firme nuestro propio bienestar y desarrollo, y el de los demás. Sólo la verdad nos hace libres al darnos el mapa de la realidad para construir nuestro bienestar y el de los demás, desde ella.

Pero no faltan personas y grupos que tienen voluntad de fantasía y de poder medalaganario, más que voluntad de realidad, también entre nosotros. Se creen el ombligo y los dueños del mundo y quieren decidir, inventar, continuamente que es lo bueno y que es lo malo, acomodándolo a sus intereses aunque sea modificando la Constitución dos veces en seis meses . Llaman «esperanza» a sus pro mesas clientelistas, prometen a su tribu lo que ellos mismo saben que no pueden cumplir, dicen evitar cirugías con aspirinas, y para suavizar la vida que destruyen reparten pompas de jabón y enseñan a volar chichiguas.

El hombre no inventa la verdad, la encuentra. Pero para reconocerla y asimilarla se necesitan ojos limpios y una actitud de absoluta sinceridad, superando voluntarismos, desbordes interiores por muy sutiles y sofisticados que sean , así como y presiones y complicidades exteriores.

Vivir en la verdad implica aceptar como reales las características de las cosas y de las personas, incluido las de uno mismo. Es darse cuenta de sus riquezas y limitaciones, saber «que son» y lo que «no son», como benefician o perjudican a uno mismo y a los demás, y como lo hacen. De ello depende nuestra mayor o menor sabiduría, para relacionarnos satisfactoriamente con nosotros mismos y los demás.

Por sanidad mental y sabiduría elemental, todos debemos prepararnos para poder dar por verdadero lo que es real, no dar por verdadero lo que no lo es, y a no dar por cierto lo que es sólo probable, o posible. Y todos necesitamos cultivar libertad interior para poder cambiar de opinión, sin rompernos, cuando un mejor conocimiento de la realidad lo exija.

«La realidad», tanto la de las personas como las de las cosas y, de nosotros mismos , tienen una profundidad que no nos viene dada en el primer momento en que las conocemos, sino que se va des plegando ante nosotros poco a poco, al ritmo de las circunstancia de la vida. Y, por eso, su conocimiento, la «verdad» conocida sobre los mismos, también es evolutiva.

Y «nuestro conocer» es limitado. En cada momento sólo captamos parte de la realidad (no sus 360º), y a veces nuestro conocimiento es emocional e interesado, distorsionando la realidad de las cosas, las personas y de nosotros mismos. Depende de nuestra capacidad natural de nuestro darnos cuenta de lo que tenemos delante, y de su desarrollo por la educación. Así como de nuestra memoria, y de nuestra capacidad de entender, y saber relacionar los datos que ella nos ofrece la realidad (de las cosas, las personas, de los grupos y sociedad a que pertenecemos, y de nosotros mismos). Una persona, un pueblo que no tiene memoria, o no la ejerce, se condena a no a no aprender de su pasado, empezando siempre desde «0».

Nuestro conocimiento de la realidad nunca es algo terminado, sólo Dios conoce la verdad total de las personas y las cosas. Siempre es posible descubrir nuevos datos de una realidad ya conocida. Y, por eso, el hombre que quiere vivir en la realidad, optimizando su beneficiarse de ella, procura mantenerse abierto a verdad personal y ajena, de las cosas y personas que se despliega continuamente ante uno, para dejarse guiar y enriquecer por ella. No es un ensimismado, ni se reduce a oír a su tribu.

Lo que llamamos verdad, «nuestras verdades», son sólo una aproximación, mayor o menor a la realidad, y esto tanto a nivel personal, familiar, grupal y nacional, y por supuesto a nivel económico y político Y por eso nuestras verdades, pueden enriquecerse y purificarse con las verdades descubiertas por otros. Unas y otras serán tanto más «verdad», cuanto más se aproximen a la realidad total de las cosas y de la personas. Nadie tiene el «monopolio» de la verdad, aunque quisiera tenerlo. El «dogmático» es un ensimismado autosuficiente, que si es autoridad puede ser un peligro público.

Se tiene más verdad cuanto mas se conoce de uno mismo, de las cosas y de las personas. Cuanto más se conocen sus características, las que tiene y las que no tiene, y como se comportan en diversas circunstancias, y su capacidad de evolución. Cuando uno le pregunta a un enamorado que es lo que mas le gusta de su novio/a, es frecuente que se sonrían y diga «todo». Y si se les pregunta «en que quisiera que mejorara dicen «en nada». Ciertamente están enamorados, pero, por lo que dicen conocen poco a su novio/a. El árbol tapa el bosque, el abanico de sus cualidades y limitaciones, su belleza y su cizaña. Están asfixiados y gozosos, no quieren que se le despierte, aunque sea para que su gozo sea más realista, más estable y mayor. Y algo parecido ocurre cuando se le pregunta a mucha gente por las cualidades de sus líderes, a los que admiran o siguen políticos, cívicos, artísticos e incluso religiosos .

Cuando una cosa o persona sea conocido, novia, socio, vecino, líder político, cívico, o de cualquier tipo tiene 10 características y conozco dos, conozco algo de esa persona o cosa. Cuando conozco 4 o 7 de sus características, la conozco más, y mi conocimiento será más confiable, me ayudará más a desarrollar una relación mas constructiva, fructífera y estable.

Ayudará a que el noviazgo, no sea sólo el festival de la sonrisa, sino también una ocasión para aprender los dos a ser más regalo para la persona amada, procurando superar lo que pueda dificultarlo. Y ayudará a que los políticos y los ciudadanos no se limiten a un festival de «promesas y sonrisas», sino que ambos se ayuden a garantizar la competencia y honestidad del equipo con que los candidatos quieren gobernar, si realmente respetan su querer «servir» al bien común (promesa que muchos candidatos, nuevos y que se reeligen, cacarean sin dar huevos). Y ayudará a purificar el respaldo y civismo de los electores, para que su bien común no se reduzca al de los activistas partidarios o su tribu, sino que quepan en él todos los dominicanos.

Nos guste o no, quien no tiene voluntad de verdad, quien no es fiel a la realidad, sino que prefiere seguir con el «chivo loco», «ahí no me meto yo», «yo no sé, no», y otras complicidades. Quien no sabe leer la realidad, ni relacionar las causas y consecuencias de los males que dice que le duelen, ni quiere aprender a ello, no puede ser buen ciudadano, y menos un buen dirigente, ni un cristiano con caridad aterrizada. Aunque cante muy bien el himno nacional, y nade en agua bendita.

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