Verdad de una muerte infantil

Verdad de una muerte infantil

El mundo subdesarrollado está plagado de miseria e inequidades en tan desproporcional magnitud que debería avergonzar a hombres y mujeres que predican la máxima de que todos somos iguales ante Dios y ante la ley. 

Una de las áreas en donde se refleja mejor la injusticia social es en la tasa de mortalidad materno infantil que reflejan las estadísticas tercermundistas. No bastan los compromisos formales de los gobiernos si estos carecen de los recursos indispensables para solucionar tan compleja problemática.

Duele ver como caen diezmados por la desnutrición, las infecciones intestinales asociadas a bacterias presentes en el agua y los alimentos contaminados, así como un sinnúmero de males prevenibles. Otras veces de lo que se trata es de falta de recursos técnicos para realizar los estudios que permitan realizar el diagnóstico acertado de la enfermedad y por ende una terapia adecuada. Relato el lamentable caso de un infante de solamente tres meses de edad que fue traído por sus padres desde el interior del país con varias impresiones diagnósticas, entre las que se incluía un trastorno diarreico agudo, desnutrición y probable hemorragia intracraneal.

El más grave de los males contemplados al momento de la admisión al hospital infantil era el sangrado dentro de la cabeza para el cual ameritaba una serie de estudio que lamentablemente no se llevaron a cabo, entre los que se destaca una punción lumbar y estudios tomográficos. La consulta con el departamento de neurocirugía era imprescindible. El niño entró en un coma profundo falleciendo unas veinticuatro horas más tarde.

La autopsia reveló un gran coagulo sanguíneo en la denominada fosa posterior del cráneo, originado debajo de las meninges que rodean al cerebro directamente, a consecuencia de un defecto vascular congénito denominada malformación arteriovenosa, cuya mejor forma de corregir es a través de la cirugía. La presencia de ese considerable sangrado dio lugar a un aumento de la presión endocraneal, causando edema y compresión del cerebro, seguida de coma irreversible y consecuentemente la muerte. Este, como otros, constituye un caso rescatable si se detecta temprano y maneja correctamente.

La tardanza en el diagnóstico, o la identificación equivocada del quebranto, suelen conllevar a resultados a menudo catastróficos y en ocasiones fatales. Estudios de autopsias realizados en centros de salud de la más alta categoría en Europa y Estados Unidos muestran errores de diagnósticos clínicos en no menos del 35 por ciento de pacientes fallecidos. En muchos de ellos, la falta de precisión y acierto jugaron un papel muy importante en el deceso de la persona. Una buena formación académica, acompañada de un programa de educación médica continuada para los profesionales de la salud, conjuntamente con una asistencia protocolizada reducen el margen de error en la interpretación diagnóstica. Una cultura sanitaria popular de amplia base y calidad contribuyen también de manera decisiva a reducir la mortalidad, muy en especial de la materno-infantil.

Es mucho el camino que nos falta por andar para disminuir de un modo notorio el número niños y de madres que fallecen en el país. Las autopsias permiten que esos muertos hablen y digan su verdad que no siempre resulta ser del agrado de los vivos.

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