Verdad y medicina legal

Verdad y medicina legal

En el Nuevo Testamento, libro de Juan, capítulo 8, versículo 32 se lee: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. ¡Cuantos hombres y cuantas mujeres habrán caído en el mundo defendiendo este legado cristiano! No es posible contabilizar con exactitud, pero deben contarse por millones el número de personas que alimentan los sepulcros globales por el simple pecado de negarse a matrimoniarse con la mentira.

Sin necesidad de ir más lejos, aquí en República Dominicana se puede asegurar sin temor a equívocos que el engaño, la calumnia y la mentira superan con creces las pocas verdades que algunos osados se atreven a pregonar al viento. No me cansaré de repetir que en este territorio caribeño mata el que puede. Cuando de acallar a alguien se trata, la solución es muy sencilla, quitarlo del medio en menos de lo que canta un gallo, y luego, si ello genera una alharaca se designa una comisión para investigar “el deceso acaecido en circunstancias no aclaradas, herido por desconocido, o en enfrentamiento con patrulla del orden”. Usualmente se juega a ganar tiempo hasta que dicha noticia salga de los medios de comunicación, finalmente, colorín, colorado que ya el cuento está acabado.

Si una vida vale poco una muerte vale menos, siempre y cuando no se trate de gente importante. Los hijos de machepa yacen en las morgues sin que aparezca un humilde doliente a reclamarle. Cuando se trata de alguien indocumentado de tez oscura se va para siempre al sepulcro como desconocido. Sigue siendo un peligro mortal para una joven salir embarazada si no tiene apellido ni dinero. Su vida pende de la suerte que muchas veces resulta ser la mala suerte. Si nace un niño sin cuna, probablemente descanse para siempre en una tumba. Verdades amargas que mieles ni confites consiguen endulzar.

Las muertes súbitas están a la orden del día. La hipertensión arterial es la escondida criminal que solamente muestra su puñal homicida al momento de extraerlo del corazón de su víctima. Alegre sale o regresa la familia de la montaña o la playa en el fin de semana, solamente para encontrarse con un desalmado borracho o drogado en el volante que lleve la tragedia y el luto a los inadvertidos viajeros. Tristes y dolorosas verdades presentes en las carreteras del país.

¿Por qué decir estas duras y malqueridas verdades precisamente en el mes de diciembre, cuando todo el mundo quiere estar contento? Se trata de necesarias advertencias que obedecen al adagio de que “Guerra avisada no mata soldado”. Conocidas estas verdades que nacen de los mil quinientos muertos autopsiados en lo que va de año en el Instituto Nacional de Patología Forense, nos obligan a publicar estas incómodas realidades. Los difuntos nos piden que expongamos sus verdades y este humilde servidor no quiere morir en la mentira.

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