Verdades difíciles de creer
RAFAEL ACEVEDO

Verdades difíciles de creer<BR>RAFAEL ACEVEDO

Paradójicamente, la verdad necesita tener legitimidad, o sea, aceptación, simpatía, “popularidad”. Eso es en lo único que la verdad se parece a los políticos. Pero cuidado, porque la verdad no necesita de nada ni de nadie para ser, pero sí para ser creída.

Personalmente he sabido cosas que lo mejor es no contarlas, porque corre uno el riesgo de perder credibilidad.

Recuerdo el caso de la señora que trató de suicidarse lanzándose del piso 21 de un edificio en construcción en la Avenida Providencia, en Santiago de Chile, y quedó viva y sin fracturarse un solo hueso. El tema estuvo en primera plana del Mercurio y otros diarios en aquellos años 64 ó 65, y pasaron semanas ingenieros y físicos analizando el caso, y explicaron que de no ser específicamente un Fiat-600 y exactamente un hombre como el que murió aplastado sentado frente al volante, el hecho no hubiera sido posible.

De modo que para que una verdad sea creída, se requieren varios elementos: credibilidad y claridad de exposición del que la dice, y capacidad de entendimiento y un ánimo dispuesto a aceptarla, de parte del que la escucha.

Hay algunas verdades que son particularmente difíciles de creer. Por ejemplo, el cielo  estrellado que usted ve en noches claras, no es real. Lo que usted realmente ve es una foto de cómo era ese cielo hace miles de años, y es probable que al momento en que usted observa, muchas de esas estrellas que usted ve ahora, ya hayan desaparecido. Cosa difícil de aceptar es que con una muestra de 1000 individuos usted puede saber qué prefiere  o qué consume uno, cien o mil millones, con el mismo nivel de exactitud; sean estos dominicanos, árabes o chinos. Otra cosa difícil de creer para muchos, especialmente para gentes con el alma entenebrecida, es que en  este perverso mundo en que vivimos, existe gente honesta y decente, que se esfuerza y logra vivir y hacer las cosas con apego a la verdad y a la moral.

A no pocos se les dificulta aceptar la verdad de que existe Dios, que es más real que usted y que yo y que el sol. Que lo observa todo, que es justo, fiel y misericordioso. Que nos ha advertido que: “cobardes e incrédulos, abominables y homicidas, fornicarios (…) y todos los mentirosos…” no caben el su reino. (Apocalipsis 21.8).

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