Verdades que no conocemos

Verdades que no conocemos

No importa si no sabemos, lo más importante es que no queremos saber. Y si alguien nos dice cómo fue, sólo lo aceptamos si coincide con nuestras informaciones, con nuestra visión, con el cuerpo creado en el pensamiento sobre tal o cual acontecimiento, sobre tal o cual persona.

La verdad, en veces, tiene cara de hereje, no es solo la necesidad la que muestra ese rostro. La herejía de la verdad es la verdad misma, nos resistimos a creer lo que puede cambiar, o cambia, nuestra idea sobre tal o cual asunto. De pronto nos damos cuenta de que el edificio que hemos construido, tiene un defecto de construcción tan grave que pone a temblar la idea que teníamos de tal o cual cosa o de tal o cual situación.

Es difícil administrar que lo que creímos durante un tiempo corto, mediano o largo, era de otra manera, que la imagen interna que nos forjamos no se correspondía con la verdad.

Que cuando nuestra verdad fue contrastada con otras verdades o con la verdad, nuestra primera reacción fue negar que lo que nos acabamos de enterar sea cierto. ¿Cómo puede ser si durante tanto tiempo estuvimos construyendo una imagen, una estatua, un perfil de una u otra persona, una historia de uno y otro acontecimiento?

La verdad es, en veces, como un poliedro de nadie sabe cuántas caras, de nadie sabe cuántos colores. La verdad puede ser tan enmarañada como una gran telaraña  o tan simple como una ronda de niños a quienes se instruye sobre cómo jugar, cuándo hacer, con quién conviene que lo hagan.

La verdad se abre paso como la luz de la mañana que ilumina los rincones más oscuros, sube todas las jaldas, conoce todos los caminos de los cerros.

La verdad que nosotros creíamos conocer, la que se corre como una cortina que se abre para dejar pasar la luz y la fresca brisa de la tarde, provoca un choque que desmorona cualquier idea, pensamiento, creencia, estremece nuestra seguridad y nos obliga a pensar que quizá lo que  tenemos es nuestra verdad, una verdad y no poseemos la verdad.

Entonces es el momento de la negación, el instante del no puede ser, que surge como un grito que oscurece lo cierto para que se entre en el terreno cenagoso y movedizo de lo incierto.

Es ese momento en que la duda asalta al conocimiento, que uno tiene o cree que posee, es cuando la inteligencia, la reciedumbre, la seriedad, la honestidad, la bondad de corazón abren el entendimiento y permiten dudar.

Dudar siempre, sin llegar a la intolerancia de negar sin conocer, rechazar sin investigar, abrir la ventana para que penetre la brisa fresca, como dice el proverbio puertorriqueño.

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