Verduras de cine, destaca la presentación muy cuidada

Verduras de cine, destaca la presentación muy cuidada

Madrid.  EFE.  Dejando aparte a quienes son vegetarianos por gusto o a la fuerza, la afición a las verduras, el que a uno le gusten las verduras, es cosa de adultos; a los niños, ya se sabe, les fastidia la insistencia de los mayores en la necesidad de comer verduras para crecer fuertes: no se lo creen, y aunque se lo creyeran les seguirían sin gustar las acelgas.

Cuando uno se va haciendo mayor va reconociendo que comer verduras es sano, sí, pero además puede ser muy satisfactorio. No hay gastronomía importante que no tenga un capítulo reservado a los productos de la huerta, que la “grande cuisine” usaba más que nada a modo de guarniciones, pero a los que la “nouvelle cuisine” -y la sabiduría popular acumulada- supo darles papeles protagonistas, entre otras cosas modificando las cocciones, que antes siempre eran demasiado prolongadas y dejaban a cualquier verdura en la antesala de la papilla.

De hecho, platos vegetales los ha habido siempre. Lo que pasa es que, también desde siempre, la gente ha procurado “ilustrarlos” con proteínas animales, posiblemente en la creencia de que así alimentaban más. La verdad es que, muchas veces, esos añadidos cárnicos no sólo no aportan demasiado al conjunto, sino que lo modifican sustancialmente, le hacen perder su carácter primitivo, su esencia.

Allá por los tiempos en los que Andalucía se llamaba Al-Andalus surgieron del buen hacer de los musulmanes en la huerta y la cocina diversas creaciones gastronómicas a base de verduras. Una de ellas es la alboronía, llamada así – según cuentan- en honor a la princesa Büran, esposa del califa Al-Ma’mün. De ella, enriquecida con aportes que llegaron del Nuevo Mundo -tomate, pimientos…- siglos después de la desaparición del califato, han nacido platos que siguen vigentes hoy día, como el pisto.

El pisto… y la “ratatouille”, versión provenzal de este tipo de mezcla vegetal. Está de moda la “ratatouille” fundamentalmente tras el éxito de la película de animación del mismo título que tan bien refleja lo que es una cocina de un gran restaurante… aunque el genio de esa cocina no sea humano, sino ratonil. Pero no hablamos de esta película deliciosa, que todo aficionado debería ver, sino de ese plato que el protagonista, Remy, presenta al más exigente de los críticos gastronómicos.

Está muy rica

Y no ofrece grandes dificultades. En la versión, digamos, fílmica, destaca la presentación, muy cuidada y diferente del totum revolutum que es una “ratatouille” tradicional. Hay que cortar las puntas de seis calabacines o zapallitos y lavarlos, pero sin pelarlos, y cortarlos en rodajas. Se pelan dos cebollas y se cortan en ruedas más finas que gruesas. Eliminen pedúnculos y semillas de tres pimientos verdes y córtenlos también en rodajas. Pelen seis tomates, supriman las semillas y sigan haciendo rodajas, lo mismo que harán con seis berenjenas una vez peladas. Finalmente, pelen y aplasten dos o tres dientes de ajo.  Calienten en una sartén de hierro colado seis cucharadas de aceite virgen y salteen las berenjenas. Vayan añadiendo  los ingredientes. Pongan un ramillete generoso de hierbas aromáticas: tomillo, laurel, perejil y albahaca. Salpimienten y hagan cocer todo media hora.

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