Vergüenza

Vergüenza

Los hechos ocurridos al mediodía de ayer en el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), del Estado, deberían llenarnos de vergüenza.

El presidente de la República, Hipólito Mejía, acudió a inaugurar un moderno y lujoso edificio que alojará la biblioteca de la vieja casa de estudios.

Estudiantes del centro académico realizaron actos de protesta al considerar que no debía inaugurarse la edificación sin previamente instalar allí la biblioteca completamente dotada de libros.

El jefe del Estado, invitado a la ceremonia, tenía legítimo derecho a asistir a la misma y por su alta investidura ha debido ser respetado.

Los estudiantes podrían realizar sus protestas, de manera civilizada con pancartas digamos, pero jamás ofreciendo, como ofrecieron, demostraciones de salvajismo, de falta de civismo.

No se trata de demostrar si la prudencia aconsejaba que el mandatario se abstuviera de asistir a la UASD, dada las protestas públicas realizadas previamente por los estudiantes que querían una biblioteca «completa» antes de la inauguración.

Al gobierno le asistía todo el derecho de inaugurar la edificación cuya construcción se inició durante la administración pasada que dirigió el doctor Leonel Fernández. La obra fue concluida por el actual régimen, que la apresuró en los últimos meses.

 

-II-

 

Sabido es que el jefe del Estado suele movilizarse acompañado por un cuerpo militar que está a su servicio y que tiene una muy seria responsabilidad encima: preservar la vida del mandatario.

Es una costumbre que la seguridad presidencial se moviliza por la zona que visitará el mandatario y que eso se hace muchas horas antes de registrarse la presencia presidencial.

Si eso se hace en cualquier sitio, con más razón en la universidad estatal, que dispone de un estudiantado que se alborota por cualquier «quítame esta paja» y dispone de grupos muy adictos a los desórdenes, a la alteración de la paz pública, a la destrucción de la propiedad pública y privada. Los estudiantes, empero, se movilizaron desde tempranas horas de la mañana y lo hicieron con entera libertad.

Cabe suponerse que el presidente Mejía tiene que saber, necesariamente, el grado de irritación colectiva que impera en gran parte del país debido a la preocupante crisis energética que nos agobia y a la situación económica en sentido general. Esos son factores negativos que aprovechan no solo sus adversarios políticos, sino quienes desean pescar en río revuelto.

Los estudiantes universitarios que ayer protagonizaron los desórdenes que nos avergüenzan no solo han desafiado a las autoridades académicas, que comenzaron a aplicar sanciones, sino que también han dado pruebas inequívocas de su mala educación, de su irrespeto a la primera magistratura del Estado, no solo al ciudadano Hipólito Mejía.

Los militares y los civiles que conforman el cuerpo de seguridad que acompañó ayer al presidente Mejía tuvo una actuación discreta y no se excedió ante una situación que no dejó de causar ciertas preocupaciones, aun cuando el atípico presidente restó importancia a los hechos acaecidos.

Si bien se hicieron disparos al aire para evitar mayores problemas, se soportó con estoicismo la lluvia de piedras lanzadas por los revoltosos, quienes reeditaron tristes jornadas de las cuales la UASD no debe sentirse orgullosa.

Hechos como los de ayer ojalá no vuelvan a repetirse. Por el bien de todos. 

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