A su llegada al país, después de más de 20 años de exilio, Juan Bosch se encontró con una sociedad de costumbres aldeana. La mayoría de la población era campesina, cargadas de honor y decencia: “Pobre pero honrao” se le oía decir, orgullosamente. En la ciudad predominaba el barrio, un núcleo poblacional con sentido de vecindad, de identidad que hermanaba. Existían diferencias, claro está, marcada por la aristocracia, clase alta, de primera; clase media, de segunda y los hijos de “machepa”, bien distanciados de los “tutumpotes”, como los bautizara el Profesor.
Juan Bosch comprendió esa realidad económica y social y como político aguzado supo interpretarla, enseñando al pueblo lo que antes se le ocultaba. “La luz del Jacho Prendío”, de su buen entendimiento y su integridad, iluminó el camino de “el Buey que más jala”, el Pueblo dominicano y su partido, “blanco cual la cabeza del compañero Bosch”, diría inspirada Aura Marina en una bellísima criolla.
Apostó a la dignidad de su pueblo: “Vergüenza contra dinero” y ganó airosamente las elecciones.
La sociedad salía de una tiranía feroz, sangrienta, despótica, que destruía todo sueño de libertad, de justicia.
Ajusticiado Trujillo, renació la esperanza. Bosch sembró buena semilla, de patriotismo, honestidad, convivencia, libertad, de amor por la democracia donde solo el pueblo es soberano. Arrancado el intento por un hachazo criminal, no pudo recoger sus frutos. Mas, el árbol del bien siempre florece; y Abril fue Primavera inevitable que frustraría el zarpazo bestial imperialista que mancilló el suelo patrio y cagándose en nuestra soberanía, en tratados internacionales, en la democracia, corrompiéndolo todo, aunque dejando un nido de dignidad nacional, porque los ideales nunca mueren y la esperanza es lo último en morir.
Con el país ocupado se convoca a “elecciones libres” y su legajo nos deja 12 años de despotismo, corrupción y muerte que, eufemísticamente se detiene “en la puesta mi Despacho”, donde nunca debió llegar.
Y se hizo líder indiscutible de la “Revolución sin Sangre”, del cinismo y la demagogia, gozando del apoyo y simpatía de los opulentos y de una multitud de gente infeliz y pobre incapaz de sustraerse de sus miserias. Enrumbada por mal camino, fríamente calculado, entre el mesianismo de unos, obras fastuosas y pasos acertados, se acrecentó el lodazal. La Florece en fango pestilente la deshonestidad, el oportunismo, la corrupción y la impunidad que santifican los “macarras de la moral.” “Cuando el Estado se disuelve, porque irrespeta sus leyes, el abuso del Gobierno toma el nombre de anarquía, y la Democracia degenera en oclocracia.” La sociedad es otra. Ese es el tiempo que vivimos.
Hoy se nos convoca a nuevas elecciones. Se desparraman los recursos de Estado a favor del nuevo amo del poder y de su maquinaria partidista que todo lo controla. La sociedad abismada, mediáticamente se llena de ilusiones. La esperanza se resiste en morir. El discurso le sirve de aliento: “Vergüenza contra dinero.” El Amor en tiempo del Cólera.