Versatilidad política

Versatilidad política

FABIO RAFAEL FIALLO
En nuestro artículo anterior, vimos que en los primeros días de la contienda de abril, antes de la ignominiosa intervención norteamericana, cada grupo beligerante tuvo la oportunidad de proponer al adversario la apertura de negociaciones con miras a llegar a una solución aceptable mutuamente. Para lograr ese objetivo, decíamos, la iniciativa de sugerir la negociación debía partir del grupo que se sintiese o realmente estuviese más fuerte en el momento de hacer la proposición.

En vez de ello, se instauró trágicamente en esos días lo que califiqué de círculo vicioso de la ofuscación: cada parte beligerante buscó una solución negociada solamente cuando no estaba en condiciones de propiciar la negociación, rechazando en cambio la misma cada vez que se sentía en posición de imponer al adversario su voluntad.

Se podría argüir que fue en aras del principio de la constitucionalidad que el liderazgo constitucionalista rehusó inicialmente, el 25 de abril y en la madrugada del 27, una salida basada en la formación de una junta provisional. Pero entonces, si fue por una cuestión de principios, ¿por qué dicho liderazgo, como vimos en nuestro artículo anterior, cuando acudió a la embajada norteamericana en la tarde del 27 de abril, no solamente no rechazó la idea de una junta provisional sino que se mostró dispuesto a aceptar un compromiso híbrido, de la misma especie del que hasta entonces había rechazado?

Para responder a esa pregunta, conviene evocar algunos posicionamientos políticos que, fuera de la contienda de 1965, asumió el líder máximo y guía supremo del movimiento constitucionalista, es decir, Juan Bosch. A este respecto, cabe recordar que, en más de una ocasión, el profesor Bosch, dando muestras de una amplia elasticidad en los principios, promovió compromisos políticos de naturaleza similar al que se hubiera podido alcanzar en 1965 entre los grupos beligerantes de la intervención norteamericana.

Bosch lo hizo por ejemplo en 1961 cuando propuso la formación de un llamado “gobierno de concentración nacional” en el que habría tenido cabida, como jefe de las Fuerzas Armadas, Ramfis Trujillo en persona (ver Bernardo Vega, “Kennedy y los Trujillo” p.203), lo que no era en lo más mínimo menos cuestionable moralmente que formar parte en 1965 de una junta provisional encargada de preparar nuevas elecciones; todo lo contrario.

Sea dicho al pasar que la propuesta de Bosch en 1961, de un gobierno con Ramfis Trujillo, fue inmediatamente rechazada tanto por la UCN de mi abuelo Viriato Fiallo como por el 14 de Junio de Manuel Tavárez Justo. La misma sólo contribuyó a agrietar aún más, después del “Borrón y cuenta nueva”, la unidad y por ende la fuerza antitrujillista en esos momentos decisivos en que se hubiera podido remodelar a fondo la correlación de fuerzas políticas en nuestro país.

Bosch dio de nuevo muestras de gran versatilidad cuando, ante la crisis creada en 1978 por la negativa de Balaguer a acatar el resultado de las urnas (resultado favorable al rival político de Bosch de entonces, el PRD), y reprochándole al PRD gestionar el apoyo del presidente norteamericano Jimmy Carter, no se suma al resto de la oposición dominicana y a líderes internacionales de izquierda, quienes reclaman que se reconozca sin ambigüedad y sin condiciones el triunfo del PRD, sino que propone “una negociación entre dominicanos” (ver artículo “Bosch critica acción Carter”, Listín Diario, 2 de mayo de 1981). Para justificar su posición en pro de una solución negociada en 1978, y no en pro del respeto puro y simple del veredicto de las urnas (como él lo exigía por el contrario a su favor en 1965 en el Pacto de Río Piedras), el Profesor desestima el valor del veredicto de 1978 y afirma que “respetar la voluntad popular” (favorable, repito, a su rival el PRD) era tan sólo la consigna “que le convenía a la intervención política norteamericana” (ver artículo que acabamos de citar).

Cabe hacer resaltar que en 1978, el triunfador de las elecciones no era Bosch sino Antonio Guzmán, el candidato del PRD. En esas circunstancias, era fácil para Bosch hacer un llamamiento en favor de la negociación en vez de reclamar el acatamiento irrestricto de la voluntad popular, pues a diferencia de abril de 1965, cuando lo que estaba en juego era su retorno al poder en base al veredicto de las urnas de diciembre del 62, en 1978 él no hubiera perdido nada si el resultado de las urnas de ese año hubiese sido sacrificado en aras de un acuerdo negociado.

Más aún, la animadversión que Bosch manifestaba ya en aquellos tiempos por el PRD y por su líder Peña Gómez le llevó a decir en esa ocasión que si Balaguer aceptaba entregarle el poder al PRD (como le correspondía hacer conforme al veredicto de las urnas), dicho poder no sería ejercido por el victorioso candidato perredeísta de aquellas elecciones sino “por el embajador de Estados Unidos o por cualquier empleado de la Embajada que represente al embajador” (artículo del Listín Diario del 26 de mayo de 1978 intitulado “Ve Gobierno tendría autoridad disminuida).

Como testimonio del espíritu de compromiso y negociación que se apoderó en 1978 del Profesor ante el triunfo electoral de su adversario el PRD, vale la pena hacer referencia a las palabras empleadas por él para criticar la iniciativa de aquel partido rival de buscar la mediación del presidente Carter con el fin de impedirle a Balaguer burlar el veredicto de las urnas. Bosch pregunta a este respecto “si no hubiera sido mucho más provechoso y mucho más digno que la negociación se hiciera entre dominicanos, pues… ¿no hubiera sido mejor que todos hubiéramos aceptado un acuerdo celebrado entre dominicanos, sin que se nos impusiera una injerencia extranjera?” (Ver artículo del Listín Diaro del 2 de mayo de 1981 citado más arriba).

Paradójicamente, la preocupación manifestada por Bosch ante la crisis de 1978, es decir, que era mejor “aceptar un acuerdo celebrado entre dominicanos sin que se nos impusiera una injerencia extranjera”, esa preocupación (como expliqué en mi artículo anterior), estuvo ausente en los primeros días de la insurrección de abril de 1965 de las prioridades del movimiento liderado desde su exilio puertorriqueño por el Profesor. De las contradicciones entre ambas posturas, las de 1965 y 1978, tratará nuestro próximo artículo.

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