Versos de siempre

Versos de siempre

Cuando el poema es la expresión de una realidad con gran amplitud que trasciende en el tiempo, rompe barreras territoriales, y amenaza con tornarse universal, entonces podemos inferir que se ha vuelto un clásico. Sería en la década de los setenta del recién pasado siglo cuando mis oídos captaron algo que cautivó los sentimientos, para luego anidarse en la profundidad de la memoria, y desde allí aflorar de vez en cuando a la superficie del presente.
Cantaba Joan Manuel Serrat: “Gloria a Dios en las alturas,/ recogieron las basuras/ de mi calle ayer a oscuras,/ y hoy sembrada de bombillas./ Y colgaron de un cordel/ de esquina a esquina un cartel/ y banderas de papel/ verdes, rojas y amarillas…”. Vinieron y pasaron las elecciones dominicanas de 2016 con un nuevo alcalde electo para el Distrito Nacional. Aún con eso, la voz del Nano seguía martillando el hipocampo de mi lóbulo temporal: <<Y hoy el noble y el villano,/ el prohombre y el gusano/ bailan y se dan la mano/ sin importarles la facha./ Juntos los encuentra el sol/ a la sombra de un farol / empapados en alcohol/ abrazando a una muchacha…>> Entonces es cuando me ubico en medio de la 46a. Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos celebrada en República Dominicana, y se vuelve inevitable que revoloteen por mis amígdalas cerebrales las imágenes de la numerosa soldadesca yanqui, acompañada de un coro con adornos militares brasileños, paraguayos, hondureños, nicaragüenses, salvadoreños y costarricenses.
Recogidas las memorias de abril del 1965, el escándalo de los Papeles de Panamá, el certamen de mayo 2016, la reunión de cancilleres marcada con el número 46, así como el clímax de la masacre gay de Orlando, Florida, Serrat florea con su garganta: <<Y con la resaca a cuestas/ vuelve el pobre a su pobreza,/ vuelve el rico a su riqueza/ y el señor cura a sus misas./ Se despertó el bien y el mal/ la zorra pobre vuelve al portal,/ la zorra rica vuelve al rosal,/ y el avaro a las divisas./ Se acabó,/ el sol nos dice que llegó el final,/ por una noche se olvidó/ que cada uno es cada cual./ Vamos bajando la cuesta/ que arriba en mi calle se acabó la fiesta>>.
Es tiempo ya de hacer que los sueños celestiales cambien de morada y establezcan su residencia definitiva en la tierra caribeña. En esta media isla todavía muchos de sus hijos claman por más seguridad ciudadana, cobertura universal en los servicios sanitarios, mayor equidad en la distribución de los bienes y los servicios, amén de empleos dignos y adecuadamente remunerados.
Como furibundo optimista con fe boschista que soy, me niego rotundamente a oír al catalán melodioso recitarme: <<Escapad gente tierna,/ que esta tierra está enferma,/ y no esperes mañana lo que no se os dio ayer,/ que no hay nada que hacer./ Toma tu mula,/ tu hembra y tu arreo./ Sigue el camino del pueblo hebreo/ y busca otra luna…/ Si yo pudiera unirme/ a un vuelo de palomas,/ y atravesando lomas/ dejar mi pueblo atrás,/ os juro por lo que fui / que me iría de aquí./ Pero los muertos están en cautiverio/ y no nos dejan salir del cementerio>>

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