Vertientes de una crisis

Vertientes de una crisis

El colapso del sistema energético del país ha generado secuelas que significarán para los dominicanos, a corto plazo, nuevas motivaciones de trastorno.

En el mercado ha comenzado a sentirse escasez de carburantes como el gasoil, y la Refinería Dominicana de Petróleo la ha atribuido a una sobredemanda de hidrocarburos cuya principal causa es la necesidad de alimentar las plantas de emergencia para generar electricidad.

Una proporción importante de la energía dejada de servir por el mercado regular está siendo cubierta por medio de plantas de emergencia que mayormente consumen gasoil y en menor número gasolina.

Sin embargo, la demanda de combustibles inducida por esta situación no necesariamente tiene que ser la causa de una crisis de abastecimiento de hidrocarburos porque no nos cabe en la mente que esa demanda haya sorprendido a quienes deben abastecer el país. Puede estar ocurriendo que haya resultado desbordada, en cierto momento, la capacidad financiera de las entidades encargadas de importar estos carburantes.

Sea como fuere, lo cierto es que esta secuela de la crisis energética obliga al país a disponer de más dólares y presionar, eventualmente, el mercado cambiario. Sumemos a esto las divisas que se requieren para financiar el mantenimiento de tantas plantas de emergencia que han estado sometidas a las máximas pruebas de resistencia y muchas de las cuales han colapsado por uso abusivo.

Como habrá de deducir el lector, la crisis energética no genera únicamente apagones, sino unos costos enormes que el país debe pagar en dólares en circunstancias tan desfavorables como las actuales.

Aquí frecuentemente escasea el gas licuado de petróleo y no se puede decir que ésto haya obedecido, en cada caso, a sobredemanda. En el caso del gasoil ciertamente ha habido una demamnda inusual, pero no ha sido repentina y, por tanto, no creemos que haya sorprendido a las autoridades para justificar una escasez. ¿Qué ocurre, realmente?

Preocupación

Es preocupante el número creciente de accidentes de tránsito que ocurren durante los fines de semana y en los cuales se ven involucrados adolescentes con ínfulas de pilotos de carrera.

La osadía de estos muchachos ha llegado a grados que sobrepasan la sensatez y la cordura, pues no sólo arriesgan sus vidas y las de otras personas, sino que ha habido casos en que los corredores blanden armas para exigir que les abran paso.

Hay vías de la ciudad que a ciertas horas de la noche es mejor no frecuentarlas, a menos que se quiera correr el riesgo de ser embestido por uno de los bólidos que se las toman para sus competencias de velocidad. Se han dado casos de menores de edad que se han visto envueltos en accidentes sangrientos.

La Policía ha actuado enérgicamente para tratar de ponerle freno a estos desmanes, pero parece que hace falta más que patrullaje y arrestos. Parece que hace falta que muchas familias se involucren en la tarea de disuadir a estos mozalbetes con ínfulas de Emerson Fitipaldi o Michael Schumacher para que abandonen las prácticas de velocidad en calles, avenidas y carreteras. Hay que hacerlo, porque estas carreras están causando mucho luto, mucho dolor.

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