Sin dudas, sería un error para una mujer obviar de su ropero el color negro, el cual, por su facilidad de combinación, se convierte en una pieza muy versátil, capaz de ofrecer otro con sólo agregarle diferentes accesorios.

De ahí la importancia de mantener colgado en una percha un clásico vestido negro, que podría ser el mejor aliado en momentos difíciles, como un funeral, o en cualquier celebración, ya sea formal o informal.

La diseñadora francesa Coco Chanel tuvo la acertada visión de convertirlo en el color elegante por excelencia, símbolo de sobriedad y sencillez. Desde entonces el negro es imprescindible en cualquier guardarropa.

No importa el largo de las mangas ni las aberturas colocadas en lugares estratégicos, siempre estará dispuesto a complacer las exigencias de cualquier mujer.

Como vivimos en país tropical, y el color negro suele atraer el calor, lo recomendable es utilizar texturas frescas. Entre ellas los algodones, sedas, lino y otras dentro de la categoría de telas ligeras y frescas se podrían utilizar sin temor a las “agobiantes” temperaturas.

La elegancia se multiplica, si el vestido negro es llevado con una chaqueta, sobre todo en esos momentos que exigen sobriedad; también añaden elegancia un buen broche, un juego de collar y aretes o simplemente un anillo o pulsera.

Los creadores de moda se van más lejos y recomiendan el uso del color rey en otras piezas, como un conjunto de chaqueta y pantalones, falda y T-shirt, blusa, falda y pantalón, pues estas solas o combinadas con otros colores facilitan una gran variedad al vestir.

El negro definitivamente es un color impresionante, encubridor y a la vez exigente porque cualquier roce con un elemento extraño sobre todo si es blanco puede aguarle la fiesta.

Y, aunque dice una frase popular que “el negro pega con tó”, hay que tener cuidado al combinarlo con accesorios de colores oscuros, como azul marino, debido a que no se distinguirían las piezas, porque no se logra ningún contraste.