Vía crucis del conductor

Vía crucis del conductor

Los ciudadanos agradecerán eternamente a las Fuerzas Armadas, a la Policía -sin obviar a la Amet- el Ayuntamiento, la Dirección de Migración, el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) o a cualquier otra institución, que termine con el vía crucis que pasa el conductor cada vez que detiene su auto por la luz roja del semáforo.

Inmediatamente detiene la marcha, sobre el vehículo se abalanza una procesión de agresivos limpiadores de cristales, pordioseros y limosneros, especialmente haitianas, éstas últimas con sus hijos en el cuadril y a rastras, para exigir dádivas, convirtiendo las avenidas de la capital y Santiago en escenarios deprimentes.

Es una verdadera pesadilla Dantesca  e interminable la que se vive en estas esquinas,  sumado esto al insistente martilleo de los pedigüeños sobre los cristales, en procura de que los conductores les entreguen monedas. Algunos muestran sus deformaciones o limitaciones físicas, dando esto una impresión grotesca del país a los visitantes y turistas.

Todo esto, que de ninguna manera signifique ocultar la adversidad, distorsiona la realidad social de la República Dominicana, además de causar terror y espanto. La mayoría de estos personajes son parte de mafias organizadas que trafican con indocumentados haitianos, lo que para colmo admiten frecuentemente las propias autoridades.

Seguir permitiendo el actual estado de cosas agrava el problema, porque la actitud permisiva ha causado una especie de invasión pacífica, lo que se demuestra con la avalancha de mendigos en las esquinas más concurridas de Santo Domingo y de Santiago.

No podemos, de ninguna manera, hacernos de la vista gorda o mirar para otro lado con el “no tengo” y ver con claridad “el elefante que habita en nuestra sala” y ponernos los pantalones, iniciando una campaña para motivar a las autoridades a poner fin a esta denigrante práctica.

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